Hoy día, los acuerdos de colaboración entre marcas y las sinergias son el pan de cada día. La competitividad del mercado y el coste del desarrollo de los coches han llevado a los fabricantes a colaborar entre ellos para determinados modelos o bien, directamente, a comprar otras marcas y crean un grupo industrial de gran tamaño y aprovechar las posibilidades de comercializar los desarrollos en masa y así, abaratar costes.
Sin embargo, encontrar esto en marcas de alto standing o fabricantes de grandes deportivos, es relativamente complicado. Rolls-Royce y Bentley podría ser una de esas ocasiones, pero también podemos encontrar a Ford con Aston Martin (los americanos fueron propietarios de la firma británica) o Ferrari y Maserati. Este último caso era obligado por la casa matriz, FIAT, para dar una nueva vida y mayor prestancia a la marca del tridente.
Maserati ha tenido otras “colaboraciones” anteriormente, que han dado frutos más que interesantes que por un lado, ha sido recordado como un automóvil especial y espectacular, pero por otro lado ha quedado totalmente olvidado. El primero, “Se Majesté” el Citroën SM, en el segundo caso, el Maserati Merak. Ambos son modelos lanzados en la década de los 70 y ambos comparten algo más que la época de fabricación, bajo el capó se esconde el mismo propulsor y los dos modelos fueron creados bajo el mismo techo. La compañía italiana, como todos seguramente sabréis ya, estuvo bajo control de los franceses durante un tiempo comprendido entre 1968 y 1975, cuando pasó a manos de De Tomaso.
El Maserati Merak apareció en 1972, en el Salón del Automóvil de París, llamando poderosamente la atención. No obstante, los conocedores de este mundillo notarán inmediatamente su parecido con el Maserati Bora. De hecho, el diseño exterior es básicamente el mismo, salido de la imaginación de Giorgetto Giugiaro. Cambia la parte trasera, donde el Merak tiene una solución un tanto extraña, frente a la más tradicional forma de coupé del Bora.
Con el Merak se buscó hacer un Gran Turismo, al igual que el Citroën SM, que se posicionara frente a Lamborghini Urraco y al Ferrari 308 GT4, es decir, un deportivo 2+2 con cierto talante práctico, algo que se quedaba en papel mojado tras echar un vistazo al interior y ver sus minúsculos asientos traseros.
Bajo esta carrocería también había muchas cosas del Maserati Bora. El chasis, en parte, era el mismo. Concretamente, la parte frontal se mantuvo mientras que la zona trasera, compuesta por un subchasis que hacía de refuerzo estructural, se cambió por un monocasco de acero. Justo ahí, en la zona trasera y detrás de los asientos, se colocó el motor, un V6 de tres litros que resultaba ser el mismo motor del Citroën SM pero con algunas modificaciones, como la cilindrada.
Este “nuevo” V6 rendía 193 CV a 6.000 rpm, un par de 255 Nm a 4.000 rpm y permitía mover el conjunto con cierta solvencia. Además, montaba la caja de cambios en posición transaxle, algo normal actualmente pero una novedad por aquellos años. Luego aparecieron otras versiones, como el Maserati Merak SS en 1975, que gracias a nuevos carburadores más grandes y a una mayor compresión (9:1), aumentaba la potencia hasta los 223 CV. No faltó la versión italiana con motor de dos litros, conocida como Maserati Merak 2000 GT, que rendía 173 CV y estaba pensada para aprovechar las ventajas fiscales en su país natal (como hicieron otros fabricantes).
Actualmente es un coche un tanto olvidado, pero puedes localizar unidades a la venta con relativa facilidad. No obstante, están todas fuera de España y por lo general, no bajan de los 60.000 euros aunque se pueden encontrar ejemplares desde 45.000 euros.