La leyenda que rodea al Mercedes W124 es de sobra conocida, pero no por ello menos importante. Es el último Mercedes “de verdad”, el último modelo que se desarrolló sin tener en cuenta los costes, o eso se dice, y por ello, son automóviles casi indestructibles. Obviamente, las leyendas siempre suelen tener una base y en este caso, hay mucho de cierto en esto ya que algunas declaraciones desde la propia marca, confirmaron que fue un proyecto con “sobre ingeniería”, es decir, era un proyecto innecesariamente bueno. Puede sonar un poco raro eso de “innecesariamente bueno”, pero tiene bastante lógica. ¿Por qué vas a crear algo muy, muy, muy bueno, sin con que sea simplemente bueno, es más que suficiente?
El Mercedes W124, el 300E, apareció por primera vez en 1984 y no, no era un Clase E, esta denominación se empezó a usar nueve años después de su lanzamiento. Era el Mercedes 300E y presumía de ser no solo un coche avanzado y muy refinado, también era muy aerodinámico. Bruno Sacco dio forma a un sedán que representa la quintaesencia de Mercedes, una forma de entender el automóvil que ahora, 40 años después, quieren volver a retomar. Sí, Mercedes dejará de ofrecer coches “baratos” y se centrará en lo siempre han hecho, vehículos de alta gama con una calidad muy elevada y una ingeniería de primer nivel. Es posible que este anuncio nos adelante el regreso de los Mercedes con habitáculos que no crujen…
Pero eso es harina de otro costal, así que regresamos al W124, porque además de ser uno de los Mercedes mejor construidos, también fue un coche que rompió moldes en material de tecnología diésel. A mediados de los años 80, los motores alimentados por gasóleo todavía estaban lejos de alcanzar el nivel que alcanzaron a finales del Siglo XX y comienzos del XXI, pero empezaban a recibir la atención de los fabricantes por sus ventajas: durabilidad y bajos consumos. El problema de estos motores, por si alguien no lo recuerda, es que ofrecían prestaciones muy limitadas y unas vibraciones espectaculares. Eso sin contar con el peso extra que suponía sobre el eje delantero, al necesitar una construcción más robusta.
Sin embargo, el Mercedes 300D Turbo fue casi una revolución, pues tenía un motor de seis cilindros en línea con 2.964 centímetros cúbicos y una potencia de 143 CV a 4.600 revoluciones y 267 Nm de par a 2.400 revoluciones, el mismo motor que usó el Mercedes Clase S y que en la carrocería del W124 destacaba especialmente con unas prestaciones que se convirtieron en referencia. Es cierto que hoy día, hablar de 143 CV no es nada del otro mundo, un utilitario diésel tiene 140 CV con facilidad, pero en los 80 todo era muy diferente. Los principales rivales del 300D apenas rozaban los 100 CV y necesitaban más de 20 segundos para alcanzar los 100 km/h desde parado, ¡más de 20 segundos!, pero el Mercedes 300D, con sus “escasos” 143 CV, completaja la maniobra en 10 segundos.
El motor, visto desde hoy, no es nada del otro mundo. Un seis cilindros 3.0 turbo con un solo árbol de levas en cabeza accionado por cadena, que accionaba un total de 12 válvulas –dos válvulas por cilindro–. La alimentación corría a cargo de un turbo de geometría fija y una inyección mecánica Bosch, con camara de precombustión –ni siquiera era inyección directa–. El cambio era siempre automático con cuatro relaciones y permitía completar ejercicios como los 400 metros con salida parada en 17,5 segundos, así como anunciar una velocidad máxima de 202 km/h.
Mucha de la fama de indestructible es gracias a las versiones diésel, aunque como curiosidad, el Mercedes 300D Turbo sí que dio algún problema que otro –ya se sabe, no se puede pretender ser el mejor en todo–. El sistema de control de emisiones causaba problemas y el calor generado por el oxidante de la trampa del escape, provocaba fallos en el cilindro más cercano. Mercedes ofreció quitar el oxidante y reemplazar el turbo si había sido dañado por restos de oxidante. Muchos de los motores supervivientes actualmente, tiene realizada esta operación y además, también incorporan una culata posterior que es más resistente al agrietamiento.
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