Mercedes. Posiblemente, el fabricante de automóviles alemán más famoso del mundo, junto a Porsche. Ellos mismo se catalogan como los inventores del automóvil y, hasta cierto punto, tienen razón, pues los dos inventores alemanes más influyentes en el devenir del automóvil, Karl Benz y Gottlieb Daimler, fusionaron sus empresas dando lugar a lo que hoy conocemos como Mercedes-Benz. Karl Benz desarrolló el que se considera como primer automóvil de la historia y Gottlieb Daimler creó el primer automóvil de cuatro ruedas –y la que se consdiera como primera moto de la historia, por cierto–.
Eso no hace que Mercedes sea la mejor marca de coches, aunque haya quien lo crea, pero si les otorga cierto peso en la historia de este invento, tan importante hoy día como feo, inutil y sucio en sus inicios. Pero claro, desde los tiempos de Benz y Daimler hasta ahora, han pasado más de 130 años y todo es muy diferente. Si aquellos pudieran ver los coches con los que nos movemos hoy día, muy posiblemente, se volverían locos; comparado con los coches que ellos conducían, ahora tenemos naves espaciales. Y más todavía con la tendencia a llenar todo el habitáculo de pantallas y lucecitas…
Desde aquellos primeros pasos, la producción de estos señores, tanto por separado como una vez en conjunto, siempre se enfocó a la máxima calidad, al lujo y a una cuidada técnica, que permitía a sus vehículos destacar entre los demás. Una forma de trabajar que se ha mantenido durante toda la historia de la compañía, aunque desde hace algún tiempo, se les critique por haber rebajado la calidad en determinados modelos. Una acción que pocos se han parado a analizar, pues en realidad, era muy necesaria si querían ser competitivos y uno de los motivos por los que desaparece del catálogo el Mercedes Clase A, por ejemplo. Mercedes volverá a sus inicios, volverá a fabricar coches donde solo está permitido lo mejor, aunque eso provocará que los Mercedes vuelvan a estar lejos del común de los usuarios.
Sin embargo, Mercedes también ha destacado por otro tipo de vehículos, coches que siempre han tenido cabida en la gama desde la misma fundación de la empresa, o casi: los coches superdeportivos. Ahí está, por ejemplo, el Mercedes SSK de 1928, un auténtico superdeportivo en su época, o el más que mítico, y cuya presencia es siempre obligada cuando se habla de coches deportivos de Mercedes, el 300SL “alas de gaviota” –apelativo que no es oficial, recordad–. Sin embargo, cuando la marca comenzó a crear deportivos constantemente, fue cuando se hicieron con el control de AMG, que era un especialista externo como lo es, por ejemplo, Brabus, pero que destacó especialmente al ser capaz de hacer que cualquier modelo de Mercedes fuera un digno coche de competición.
Fue entonces cuando la deportividad de Mercedes se disparó hasta llegar a un máximo espectacular, el cual, se conoce como “Black Series”. Las Black Series son, posiblemente, lo más radical y absurdamente bestia que ha desarrollado la compañía alemana en toda su historia, siempre que hablemos de coches “de calle”, obviamente. Son la máxima expresión deportiva y prestacional con una estrella en el frontal y además, se han radicalizado con cada nuevo lanzamiento hasta la llegada del Mercedes-AMG GT Black Series, el último miembro de tan particular familia a fecha de octubre de 2023. De hecho, el AMG GT Black Series, sin no tenemos en cuenta al AMG One por su naturaleza superexclusiva, es el coche más radical desarrollado para circular por vías públicas de Mercedes, un detalle que queda absolutamente claro con solo echar un vistazo: un alerón enorme, aberturas por todas partes, splitter frontal, fibra de carbono por todos los lados y un difusor trasero tan espectacular como sus cuatro salidas de escape.
Pero si su imagen no te parece suficiente, quizá debas saber que, bajo su capó, hay un brutal V8 colocado en posoción delantera central, que gracias a dos turbos –con sus respectivos intercoolers–, un cigüeñal plano y una gestión electrónica ultradepurada, rinde 730 CV a 6.700 revoluciones y 800 Nm entre 2.000 y 6.000 revoluciones. Es capaz de completar el 0 a 200 km/h en nueve segundos.
La saga de los Mercedes Black Series arranca en el año 2006 con la aparición del Mercedes SLK 55 AMG Black Series, una variante del roadster alemán que escondía un V8 de 5,5 litros totalmente atmosférico, que era capaz de generar 400 CV y 520 Nm de par, enviado todo ello a las ruedas traseras mediante el cambio automático AMG Speedshift 7-G Tronic. Es la versión del Mercedes SLK más potente que se ha desarrollado nunca, que además, también tiene el motor más grande que ha montado el pequeño roadster alemán, pero además, también era 45 kilos más ligero que un SLK 55 AMG “normal”, contaba con un techo rídigo de fibra de carbono, asientos casi de carreras…
Muy poco después del SLK 55 AMG Black Series, la firma alemana puso en circulación otra bestia perteneciente a la familia: el Mercedes CLK 63 AMG Black Series, el coche que abrió la puerta a dejar atrás la sutileza y apostar por la fuerza, al musculatura y la espectacularidad. La carrocería lucía aletas muy ensanchadas, enormes llantas de 19 pulgadas, una trasera con cuatro enormes terminales de escape… era, ni más ni menos, que la versión matriculable del Safety Car de la Fórmula 1 de aquellos años y tenía como corazón, ojo al dato, un V8 atmosférico de 6,2 litros capaz de torturar los neumáticos traseros con 507 CV y 630 Nm de par.
La saga de los Black Series creció bastante rápido durante los primeros años y en 2008 ya tenía tres miembros. El tercero en llegar, no menos espectacular y bestia que los anteriores, fue el Mercedes SL 65 AMG Black Series y era la declaración de intenciones más clara que ha realizado la marca hasta ese momento. El SL, el descapotable más exclusivo de la marca, se volvía sencillamente descabellado. De entrada, dejaba de ser descapotable para adoptar un techo fijo, adoptaba unas aletas desproporcionadas, dignas de un DTM, unos paragolpes que eran más bien unos soportes para las entradas de aire y para los elementos aerodinámicos y se montaba un alerón trasero móvil, todo ello aderezado con un propulsor V12 biturbo de 6,5 litros, que podía alcanzar los 671 CV; era tan bestia que lanzaba sus 1.870 kilos hasta los 200 km/h desde parado en 11 segundos.
Tras este despliegue de poderío, Mercedes se relajó, o eso al menos parecía, porque no hubo más Black Series hasta el año 2012. Además, cuando se decidió volver a recuperar esta pecular saga de coches superpotentes, lo hicieron con algo más de contención. Aquel año se puso en circulación el Mercedes C 63 AMG Coupé Black Series, la versión más radical y racing del Clase C Coupé, que lucía como cabría esperar de un Black Series: aletas ensanchadas, alerón trasero, cuatro grandes salidas de escape –aunque más sutiles que los Black Series anteriores– y un V8 de 6,2 litos con 517 CV y mantenía una de las características que más detacaban entre los miembros de dicha familia: par, par y más par: 620 Nm a 5.200 revoluciones.
Un año después, en 2013, apareció el que fue el último Black Series durante siete años: el Mercedes SL AMG Black Series. En esta ocasión, la imagen del coche era algo más rcatada, aunque no por ello dejaba de ser espectacular, no en balde, el Mercedes SLS AMG ya era sensacional en sus versiones “normales”. No obstante, hay que reconocer que estéticamente no eran tan refinado y ofrecía una imagen más tosca que otros Black Series. Aun así, hay inserciones de fibra de carbono, aerodinámica específica, llantas más grandes, frenos más potentes y un V8 atmosférico de 6,2 litros, que alcanzaba los 631 CV y 800 Nm, gestionados mediante un cambio de doble embrague y siete relaciones y un diferencial de deslizamiento limitado electrónico.
Una familia, una saga de modelos a cada cual más brutal, que podría escribir un nuevo capítulo en la futura era eléctrica, aunque una cosa es clara: perderemos el salvaje tronar de sus escapes…
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