Si buscamos un aficionado y le preguntamos sobre un Mercedes deportivo, la respuesta irá encaminada a los modelos de AMG, no en balde, se han ganado una reputación destacable durante todos estos años. Cuando empezaron, los chicos de AMG no eran tan conocidos y aunque convirtieron los coches de la firma alemana en automóviles muy rápidos, todavía tenían que plantar cara a lo más granado del panorama, como los M de BMW o los RS de Audi. Hoy día, nadie duda de las prestaciones de un AMG y eso les hace convertirse en el centro de atención.
Así, muchos se acordarán de los Mercedes SLS AMG, el regreso del Alas de Gaviota en pleno Siglo XXI (o eso pretendían), del Mercedes SLR McLaren o bien, del último Mercedes-AMG GT, por poner unos ejemplos. Tampoco faltarán los Black Series, lo más bestia que ha salido de las instalaciones de la estrella, con permiso de un modelo que llegó antes que los Black Series, casi en paralelo al SLR McLaren y que, por unas cosas u otras, apenas nadie se acuerda de él. Algo especialmente injusto, porque se trata de un coche especialmente interesante, muy potente y realmente exclusivo, pues solo se hicieron 100 unidades con carrocería coupé y otras 80 con carrocería descapotable.
Hablamos del Mercedes CLK DTM, un homenaje que se dio a sí misma la marca, tras lograr el título del Campeonato de Turismos Alemán, el famoso DTM (Deutsche Touring Master), por novena vez. El DTM es uno de los campeonatos más locos de cuantos hay en el mundo, llegando a convertirse en una ocasión en Campeonato del Mundo (perdiendo totalmente el rumbo y desapareciendo poco después por los elevadísimos costes), superando incluso al BTCC, el Campeonato Británica de Turismos, famoso por su elevada competitividad y espectacularidad en las carreras.
Sí, Opel también hizo algo similar con el Opel Astra Xtreme, aunque era básicamente un coche del DTM apenas adaptado para circular por vías públicas (tapizados, aire acondicionado, elementos de confort típicos que suele llevar los coches de producción…) y nunca llegó a pesar de ser un sensacional coche de salón. Es decir, nunca pasó a producción y se quedó como un sueño que muchos habrían querido tener, aunque muchos periodistas pudieron ponerse a los mandos y contar lo que se siente conduciendo semejante aparato.
Inspirado en el DTM, pero basado en un CLK63 AMG
En el caso del Mercedes CLK DTM, como hemos dicho, sí pasó a producción, aunque fue una tirada muy corta y pronto fue eclipsado por el Mercedes SLR McLaren, un coche mucho más llamativo estéticamente, más potente y a todas luces, más exótico, pues Mercedes llevaba tiempo sin poner algo así en circulación. Mucho tiempo.
No obstante, el Mercedes CLK DTM es, actualmente, un objeto de colección que sale muy, muy caro, si es que eres capaz de encontrar alguna unidad a la venta. Aparecen con cuentagotas y rara vez bajan de los 300.000 euros. Por lo general, siempre a la venta a través de subastas de las casas más prestigiosas, como cabría esperar. Y no es para menos, pues además de ser muy escaso, es muy rápido y tiene una imagen bastante cercana al CLK que competía en el DTM a comienzos de la década de los 2000. Se basó en la segunda generación del Mercedes CLK (acrónimo de Coupé Leicht Kompakt), que era más grande y más pesado que la primera edición del coupé alemán, al tiempo que también era algo más señorial y elegante.
El Mercedes CLK DTM rendía nada menos que 587 CV, a poco más de 6.000 revoluciones, y nada menos que 800 Nm de par a 3.500 revoluciones
En aquellos años, Mercedes todavía no había comenzado su transformación, todavía no había llegado aquel eslogan de “algo está pasando en Mercedes” y seguían ofreciendo coches de elevadísima calidad, pero de talante menos juvenil, mucho más serios y elegantes, que deportivos y llamativos. Eso no quiere decir que fueran malos coches, pero no contaban con el espíritu que tienen los coches de la marca actualmente ni tampoco lucían igual. Por eso, el CLK DTM resulta tan llamativo, tan salvaje y brutal. Salió justo un año antes del primer Black Series, el Mercedes SLK63 AMG Black Series, y bien podría haber sido un miembro más que digno de esa familia.
De todas formas, al contrario de lo que hizo Opel (y quizá por eso nunca pasó de ser un prototipo), tomaba como base de partida un coche de producción, el Mercedes CLK63 AMG, la versión más deportiva y potente que se vendía por aquel entonces del coupé de la Clase C. Pero el resultado final era mucho más radical de lo que se podría esperar en un principio, sobre todo siendo un Mercedes de comienzos de los 2000.
Sencillamente brutal
Con un simple vistazo basta para saber que no se está viendo un Mercedes convencional, sino uno muy especial. La carrocería lucía los mismos ensanches que la versión destinada a competir en el DTM, casi todos construidos empleando polímero reforzado con fibra de carbono (CFRP), al igual que el capó y las puertas. Todo el kit de la carrocería se diseñó partiendo de cero, pero inspirándose en el coche del DTM, en especial el difusor trasero y el alerón, aunque el de producción era más pequeño (fabricado con fibra de carbono). Las llantas también eran específicas, con 20 pulgadas y unas gomas traseras de 285/30 fabricadas por Dunlop en el eje trasero.
El corazón de la bestia iba a juego con su aspecto exterior. Era el V8 de 5.4 litros con código interno M113, pero convenientemente modificado, recibiendo por ejemplo culatas de cuatro válvulas por cilindro (un total de 32 válvulas) y un compresor Eaton, pudiendo rendir nada menos que 587 CV a poco más de 6.000 revoluciones y nada menos que 800 Nm de par a 3.500 revoluciones. Es, sencillamente, brutal, ni siquiera los Black Series posteriores llegaron a esas cifras. Lo que menos cuadraba con toda esta brutalidad era el cambio, un automático con solo cinco relaciones. En aquellos años, Mercedes todavía seguía usando cambios automáticos con cinco marchas y, además, no eran precisamente deportivos, más bien lo contrario. Sin embargo, en el caso del CLK DTM era distinto, porque se programó para ser lo más deportivo posible, de hecho, siempre inicia la marcha en modo manual, teniendo que cambiar el modo el conductor en caso de no querer hacerse cargo del cambio.
Con semejante torrente de potencia y par, no es de extrañar que fuera rápido. Es capaz de acelerar de 0 a 100 km/h en 3,8 segundos, de 0 a 200 km/h en 12,2 segundos y seguir acelerando hasta los 320 km/h.
No era un coche ligero, más de 1.600 kilos en vacío, aunque la marca se esmeró por hacerlo ligero. No había banqueta trasera, los paneles de las puertas eran de fibra de carbono, al igual que algunos elementos de la consola central y la totalidad de los espectaculares asientos bucket, más propios de un coche de competición que de uno de calle. También hay fibra de carbono en el vano motor.
Es curioso, pero muchas de las cosas desarrolladas con el CLK DTM, se emplearon para dar vida al SLR McLaren, como el propulsor con compresor Eaton, que en el caso del SLR McLaren, ayudó a extraer nada menos que 626 CV.
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