El nombre de Mercedes acompañado del apelativo “Black Series”, promete grandes sensaciones y potencia sin control. Si por algo se ha destacado AMG en el mercado, es por la potencia bruta de sus motores, por ser auténticos portentos de par, destructores de ruedas como les gusta a los americanos. Cuando un AMG añade a su denominación “Black Series”, esos niveles de par y potencia se disparan.
Hoy día, un Mercedes Black Series es un aparato muy serio, sólo hay que ver la última creación en lucir dicho nombre, el AMG GT Black Series, un monstruo de 730 CV, 800 Nm de par y más de 400.00 euros de precio de partida. Se trata de un coche que está muy cerca del Mercedes AMG GT3 por chasis o aerodinámica, aunque lo vapulea en poderío mecánico. Cosas de las normativas de la FIA; que limita potencia bien para “crear igualdad” o bien, porque los coches son muy rápidos (¿pero no son carreras de coches?).
El Mercedes SLK 55 AMG Black Series es el primero de la saga y el más exclusivo en número de unidades fabricadas
El caso es, volviendo al inicio, que un Mercedes Black Series es un coche que muchos tendríamos en nuestro garaje, la máxima expresión de un Mercedes, con el permiso claro está, del próximo Mercedes AMG One. Pero, ¿Cuándo empezó Mercedes a poner en circulación estas bestias?
A nadie se le escapa el cambio de imagen que ha dado Mercedes con el paso de los años. Siempre ha sido “el coche del abuelo”, pero ahora puedes ver incluso a gente con menos de 30 años al volante de un Mercedes. Y esto, en parte, la marca se lo debe a Dieter Zetsche, quien cambió la imagen de la marca radicalmente y comenzó con aquel “algo está pasando en Mercedes”. Vaya si estaba pasando…
Pues bien, durante aquellos años, antes incluso de la aparición del famoso slogan, fue cuando se dio el pistoletazo de salida a los Black Series. Y no, no fue un Mercedes SL, ni tampoco lo fue un SLS AMG ni un CLK, el primer Black Series fue el Mercedes SLK, concretamente el Mercedes SLK 55 AMG Black Series. Fue la segunda generación del SLK, el R171, y su gestación fue bastante curiosa.
En el año 2006, la marca presentó un SLK muy modificado como parte del espectáculo del Gran Premio de Fórmula 1 de Malasia, cuyo objetivo era, claramente, llamar la atención y ver la reacción de los pudientes clientes del Lejano Oriente, con un coche que apostaba por la ligereza y por la potencia bruta, tomando como base de partida el “Safety Car” de la Fórmula 1 de aquel entonces. Después de esto, se fabricó una pequeña tirada de 35 unidades con el nombre “Mercedes SLK 55 AMG Tracksport” para una copa monomarca, la llamada Copa Asia Pacífica.
No obstante, debido a las modificaciones, el coche de carreras no cumplía con las especificaciones exigidas por el TÜV (tenía que basarse en un coche de calle, con modificaciones limitadas), así que, para poder seguir con sus planes, lanzaron una versión de calle. Había nacido el Mercedes SLK 55 AMG Black Series. Una bestia con bloque V8 de 5.5 litros, 400 CV y 520 Nm de par. El cambio era el automático 7G-Tronic y no podía descapotarse, montando un techo fijo de fibra de carbono.
Prometía llegar a los 280 km/h, completando antes el sprint hasta los 100 km/h en 4,9 segundos. Los 400 metros los completaba desde parado en 13,1 segundos y los 200 km/h se batían tras 16,5 segundos con el pedal del acelerador en la moqueta. La relación peso potencia estaba por debajo de los 4 kg por caballo y se hicieron muy pocas unidades.
El Mercedes SLK 55 AMG Black Series es el primero de la saga y el más exclusivo, pues según la fuente, se fabricaron entre 100 y 150 ejemplares. Costaba 92.500 euros en 2006 y hoy encontrar una unidad por debajo de los 100.000 euros es bastante complicado. Bueno, en realidad es complicado encontrar una unidad a la venta.
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Me encanta este vehiculo cuando los veo pasar por la isla de Ibiza y los chicos tan guapos que lo conducen