Mercedes siempre ha sido un fabricante de alto nivel, más preocupado por la calidad y durabilidad de sus coches que por el coste que tiene conseguir eso. Ahí están los ejemplos del Mercedes W124, un coche con una clara “sobreingeniería” y tenemos muchos otros como el Mercedes R107, anterior al W124 y desarrollado en base a las mismas pautas. Por eso no es de extrañar que los usuarios tengan una gran imagen de la marca alemana, la cual también es alimentada por otras cuestiones como el lujo o la tecnología que incorporan los modelos de la estrella.
Entre las innovaciones que Mercedes ha llegado a ofrecer, está el hecho de haber creado el primer automóvil con zonas de deformación “programadas”. Hablamos del W111, un modelo que se presentó en 1959 y que incorporaba la revolucionaria solución de zonas que absorben la energía en caso de impacto. Algo que cualquier automóvil moderno implementa en su estructura, pero que por aquel entonces supuso algo fuera de lo común.
El Mercedes W111 fue uno de los automóviles pioneros en seguridad pasiva
Por aquellos años, la idea que se tenía era que los coches, cuanto más resistentes y rígidos, más seguros eran. Hoy le dices eso a un ingeniero y te tacharía de loco, porque toda la energía generada en el impacto se trasladaría al habitáculo y por tanto, a los ocupantes. Esa forma “indeformable” de fabricar los coches que se usaba antes, también ha provocado que muchas personas se quejen sobre la fragilidad de los coches actuales, los cuales se “desmigan” en caso de impacto. Y démosle gracias a que se “desmigan”.
Mercedes creó el primer coche deformable en caso de impacto con el W111, el pionero en la llamada “seguridad pasiva” que también lo fue, como cabe esperar, en los ensayos de impacto. La firma alemana realizó muchísimas pruebas de choque para verificar que la idea de una carrocería deformable en caso de impacto era correcta y con el objetivo de poder comprobar cómo reaccionaba la estructura y por supuesto, los ocupantes. Estas pruebas estuvieron envueltas en muchísima polémica, porque en aquellos años no había dummies y la solución era bastante escabrosa: se usaban cadáveres o voluntarios llegados de prisión a cambio de reducir su condena.
Fue el húngaro Béla Barényi quien dijo que los coches debían ser menos rígidos y duros, que debían ser deformables en caso de accidente para disipar parte de la energía del impacto y que llegara mitigada a los ocupantes. Al principio, como suele ocurrir en aquellos casos que se quiere cambiar algo muy asentado, nadie le hizo mucho caso, pero gracias a él, se salvan hoy día infinidad de vidas.
Béla decía, exactamente, que lo ideal era disipar la energía del impacto de la forma más progresiva y suave posible, a la vez que se mantenía a los ocupantes dentro de una jaula impenetrable. Si no te suena de nada porque no has oído nada semejante nunca, te diremos que todos los coches actuales, TODOS, se diseñan en base a esta idea y que TODOS se fabrican con zonas de deformación programadas alrededor de una célula de seguridad impenetrable.
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