Los últimos años de MG han estado muy alejados de los primeros en lo que se refiere a productos, personalidad de la propia marca y en objetivos. Hoy día, MG no es ni la sombre de lo que fue, centrada en modelos electrificados y de tipo SUV (tienes modelos que no son SUV, pero son los menos) y con talante “low cost” procedente de China. Lejos quedan las gestas en competición o los modelos deportivos, esto es cosa del pasado y posiblemente nunca vuelva a repetirse.
Es una lástima que marcas con un pasado como Morris Garaje (eso es lo que significan las siglas MG) hayan acabado así, como un fabricante más sin personalidad y con el único objetivo de seguir las modas imperantes esperando, de alguna manera, destacar entre toda una pléyade de coches casi iguales. Pero así están las cosas, así es la industria actualmente y así seguirá durante muchos años.
Stirling Moss, a los mandos del MG EX 181, logro alcanzar la nada despreciable velocidad de 395,32 km/h, estableciendo un nuevo récord
Al menos, para los más apasionados de este invento, del automóvil, quedan las “viejas” historias de tiempos pasados, más locos y peligrosos, pero más pasionales y emocionantes. Historias como las que os traemos hoy, donde MG tuvo un pequeño romance con nada menos que Stirling Moss y con Phil Hill, allá por finales de los 50, logrando unas gestas que merecen la pena ser recordadas. Antes, este tipo de cosas si ocupaban titulares, actualmente, solo se habla de electricidad y de prohibiciones.
Un coche único, fabricado artesanalmente
En la década de los 50, casi en los 60 como cuando ocurrió nuestra historia, había que ser valiente y también rudo. En aquellos años, todavía arrastrando algunas penurias de la Segunda Guerra Mundial, todo era todo era de accionamiento mecánico, pocas cosas había asistidas de alguna forma y un piloto de carreras tenía que ser tan atleta como ahora, para rodar incluso más despacio. Lograr ciertas hazañas en aquellos años no estaba al alcance de cualquiera, como un récord del mundo de velocidad.
Solo hay que ver cómo ha evolucionado los vehículos que se usan para récords de velocidad para entender, más o menos, lo que supone una actividad así. No obstante, el coche que empleó Stirlong Moss en aquellos años no era ni mucho menos tan brutal como los de ahora, aunque no por ello era menos espectacular o menos rápido. De hecho, este coche alcanza velocidades similares a las de un Bugatti Veyron, pero con una fracción de su motor y de su potencia. Hablamos del MG EX 181, un coche que se fabricó de forma totalmente artesanal, sin los estrictos estándares de calidad actuales, sin los precisos márgenes de tolerancias y sin los estudios aerodinámicos y computacionales que se hacen ahora.
Con el MG EX 181 se pretendía participar en la Clase F para el Récord Mundial de Velocidad en Tierra, una categoría que limitaba la cilindrada de los motores entre 1.1 y 1.5 litros. Esta última opción fue la elegida por MG, añadiendo un sistema de sobrealimentación y extrayendo 290 CV y 699 Nm de par. Pero como ocurre a veces en competición y sus motores especiales, no usaba gasolina, empleaba una mezcla especial de metanol, nitrobenceno, acetona y éter sulfúrico.
La aerodinámica, que ya entonces se experimentaba, es un apartado importante cuando se quieren alcanzar determinadas velocidades. El caso es que entonces no se lograba la forma perfecta mediante el estudio informático, era más común el “prueba y error”. De todas formas, hay algo que se ha sabido siempre: la forma más aerodinámica es la gota y esa forma buscaron los ingenieros de MG a finales de los 50. El motor iba en posición trasera central, a la espalda del piloto y anclado a un chasis tubular creado ex profeso con una suspensión delantera derivada del MGA y un eje trasero De Dion.
Más de 400 km/h con Phil Hill a los mandos
Con el coche listo y los objetivos definidos, se desplazaron hasta las famosas lagunas saladas de Boneville para llevar a cabo el intento de récord. Las lagunas saladas (o Salt Flats en inglés), situadas en Utah, Estados Unidos, son un lugar idóneo para los intentos de récord por la cantidad de superficie lisa y sin obstáculos disponible. Así, por tanto, el 23 de agosto de 1957 se llevó a cabo en primer intento.
Todo fue a pedir de boca y Stirling Moss, a los mandos del MG EX 181, logro alcanzar la nada despreciable velocidad de 395,32 km/h, estableciendo un nuevo Récord Mundial de Velocidad en tierra para la Clase F. El récord se completó, como exige el Libro Guinness de los Récords (se lanzó por primera vez en 1955), tras dos pasadas (una en cada dirección) a una recta de un kilómetro. Tras esas dos pasadas, se establece una media y el resultado obtenido es el registro que figurará en el libro, por tanto, no solo superó el anterior récord de 326,69 km/h, sino que en algunas de las pasadas (o en las dos) superó los 400 km/h.
Dos años más tardes, en 1959, el coche sufrió una puesta a punto y una evolución, llegando su motor a rendir 300 CV. Con esta evolución, Phil Hill logró establecer un nuevo récord al alcanzar los 410,23 km/h. Para que sirva de ejemplo, el Bugatti Veyron necesitó un motor 8.0 de cuatro turbos, 16 cilindros y 1.001 CV, para llegar a los 407 km/h. Otro ejemplo puede ser el McLaren Speedtail, que con un V8 biturbo híbrido de 1.050 CV, necesita una aerodinámica espectacular para llegar a 400 km/h.
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