El Porsche 911 apareció por primera vez en el Salón de Frankfurt de 1963. Era un modelo que estaba destinado a reemplazar en la gama del fabricante alemán al Porsche 356, el primer modelo que fabricó Porsche y como que seguramente muchos sabréis, tenía muchas cosas en común con el Volkswagen, automóvil que diseño Ferdinand Porsche (padre de Ferry Porsche, fundador de la marca que lleva su apellido), a petición de Adolf Hitler. Cuando el 911 se puso en circulación en la década de los 60, nadie hacía presagiar, como es de esperar, que se convertiría en un mito y que su configuración, muy característica de los coches alemanes de aquellos años, sería capaz de perduran en el tiempo más de 50 años.
No cabe duda que esa configuración, con el motor colgado tras el eje trasero, es su mayor característica, y hace del Porsche 911 un coche único a día de hoy. No hay ningún otro coche, y mucho menos de carácter tan deportivo como el “Nueveonce”, que tenga el motor en dicha posición y nunca lo habrá. Es una configuración totalmente superada, pero Porsche está condenada, por así decirlo, a usarla para siempre. Incluso cuando todos los coches sean eléctricos, los alemanes tendrán que buscarse las vueltas para que el Porsche 911 siga siendo el Porsche 911. O quizá, cuando sea inevitable la retirada de los motores de combustión, el Porsche 911 tenga el mismo final.
Sin embargo, el 911 no siempre fue un coche tan especial como lo es actualmente, durante sus primeros años era un buen deportivo, pero nada más. Durante los primeros años del 911, los motores no ofrecían potencias especialmente altas si los comparamos con algunos deportivos de aquellos años, pero la marca supo hacer del “Nueveonce” un coche que todo el mundo quería. Sin embargo, somo siempre suele ocurrir, el primer Porsche 911 realmente rápido y deportivo, vino por la necesidad de homologar una versión de producción para poder usarlo en competición. Hablamos del Porsche 911 Carrera RS 2.7, uno de las versiones más míticas del modelo que, además, en 2022 cumple 50 años.
Homologación para el Grupo 4 del Europeo de GT
Aunque el Porsche 911 no era un coche tan especial y admirado como es actualmente, fue el rival a batir sin duda para muchas marcas, fue un éxito desde el primer momento y pronto, se convirtió en una de las referencias del sector. No era espectacularmente rápido como lo es ahora, pero la marca ya se había ganado una buena fama con infinidad de modelos antes de su llegada, como el más que mítico Porsche 550, lanzado al mercado en 1953. Sin embargo, hubo que esperar hasta la llegada del Carrera RS 2.7 para que el modelo recibiera una variante realmente racing y potente. Cabe recordar que ni siquiera se había puesto en circulación el 911 Turbo, que llegaría unos años más tarde.
El primer Porsche 911 realmente rápido y deportivo, vino por la necesidad de homologar una versión de producción para poder usarlo en competición
El Porsche 911 Carrera RS 2.7 se creó para homologar el modelo en el Grupo 4 del Campeonato Europeo de GT y tomó su base de partida del Porsche 911S, la versión más deportiva y capaz que la marca ofrecía en aquel momento. De hecho, a excepción del famoso spoiler “cola de pato”, la carrocería era la misma del 911S, pero se cambiaron algunas cosas para hacerla más ligera. Por ejemplo, la mayoría de los paneles de la carrocería se fabricaron con láminas de metal más delgadas, mientras que el parabrisas y las ventanas laterales tenían cristales también más delgados. Se añadió el famoso spoiler trasero y el característico paragolpes delantero para mejorar la aerodinámica, ambos construidos con fibra de vidrio.
Como se suele hacer en las versiones más radicales y deportivas, el habitáculo de despojó de todos los elementos que se consideraron innecesarios, como la banqueta trasera, la tapa de la guantera, el aislamiento acústico, los parasoles o los tiradores de las puertas. Los asientos fueron reemplazados por dos buckets casi sin mullido y más ligeros que los asientos normales.
De esta forma, lo ingenieros pudieron aligerar un total de 177 kilos, reduciendo el peso total del conjunto hasta los 900 kilos. Comparado con el Porsche 911 GT3 RS, quizá lo más parecido al mítico Carrera RS 2.7, son más de 1.200 kilos más ligero, aunque también hay cerca de 300 CV de diferencia entre uno y otro (1.500 kilos y 520 CV para el GT3 RS).
El motor, el corazón del Carrera RS 2.7
Además de su posición, el motor en general también es una de las características más particulares del 911, pues siempre ha sido un boxer de seis cilindros, independientemente de si es atmosférico o de su tipo de refrigeración. El Carrera Rs 2.7 concretamente, era un seis cilindros boxer refrigerado por aire, como siempre en los 911 hasta la llegada del 996 en sustitución del deseado 993 y como ocurría con la carrocería y con otros elementos, también partía del Porsche 911S. En esa versión tenía 2.4 litros de cubicaje y había voces, en la época, que aseguraban que ese motor había llegado a su límite. Siempre se piensa que algo en el “Nueveonce” ha llegado a su límite, hasta que llegan los ingenieros y hacen uso de su pacto con el Diablo para evolucionar.
Eso precisamente es lo que ocurrió entonces, pues pasaron de eso 2.400 centímetros cúbicos a 2.700 centímetros cúbicos, mediante algunos cambios relativamente simples, pero que en aquella época era una innovación que pocos hacían. Por ejemplo, se retiraron las gruesas camisas de hierro fundido y en su lugar se realizó un recubrimiento con una capa de carburo de níquel (Nikasil), que se aplicó directamente a las paredes de los cilindros (el bloque estaba fabricado con aluminio). Con esa cilindrada, la potencia pasó a 210 CV (20 CV más que en el 2.4), pudiendo anunciar un 0 a 100 km/h en poco más de siete segundos, encontrando el tope en los 241 km/h. Cifras espectaculares para un deportivo de los años 70.
Para poder gestionar con soltura las nuevas prestaciones, las suspensiones se reforzaron, se montaron frenos más grandes y unas ruedas traseras con mayor anchura. Según los medios de comunicación de la época, su maniobrabilidad no tenía rival.
El Porsche 911 Carrera RS 2.7 fue el primer “Rennsport” de la marca, entró en producción en 1972 y su precio rondaba los 11.700 dólares que, sumando inflación, son cerca de 72.000 dólares, unos 66.500 euros. Comparado con su equivalente actual, el 911 GT3 RS, cuyo precio pasa de largo los 130.000 euros, puede resultar incluso barato, pero no lo era en absoluto. Se ofreció un paquete llamado “Touring” opcional, que mejoraba el equipamiento y hacía más usable el coche a diario, añadiendo elementos de confort.
Se planearon construir 500 unidades, las necesarias para la homologación, aunque la directiva no estaba muy ilusionada con el proyecto. Sin embargo, esas 500 unidades se vendieron en una semana tras el Salón del Automóvil de París de 1972, donde fue presentado. fue tal el éxito, que Porsche se animó a una segunda tirada de 1.000 unidades, que, a finales de 1973, se habían convertido en 1580 unidades, 55 de ellos destinados a competición, convertidos en los RSR (Rennsport Rennen).
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