La historia de Lotus, como otras marcas de renombre dedicada en exclusiva a los automóviles de altas prestaciones, ha estado llena de vicisitudes. Comenzó con mucho poderío, con Chapman a los mandos y siendo uno de los equipo a batir en Fórmula 1, llegando a desarrollar conceptos, como el efecto suelo, que hicieron evolucionar el deporte hasta límites insospechados.
Pero por muy bueno que seas y muchas innovaciones que puedas crear, el dinero no perdona y finalmente, Lotus acabó en manos de General Motors. Hubo un tiempo en el que la compañía norteamericana era la más grande del mundo en la industria del automóvil, con marcas en su haber que dominaban la mitad del mercado estadounidense y con ello, un enorme porcentaje del mercado mundial. Aquellos años también pasaron para General Motors y ahora el conglomerado americano busca formas, como todos, de recortar gastos y de realizar inversiones lo más rentables posibles.
Cuando compró la pequeña Lotus Cars, allá por 1986, el gigante norteamericano no necesitaba ahorrar costes con tanto interés y se podía permitir adquirir una compañía como la británica por simple gusto, aunque también había motivos comerciales y técnicos para tenerla bajo su poder. Lotus no es una simple marca de coches, es uno de los mejores consultores técnicos del mundo y nunca está de más contar con algo así para beneficio propio. Y evidentemente, se aprovecharon de la situación.
Uno de los proyectos más interesantes y espectaculares de Lotus bajo el control de General Motors es el Lotus Omega (también se le llama Opel-Lotus Omega o Vauxhall-Lotus Carlton, según el mercado). Un sedán de prestaciones espectaculares, creado sobre la base de un coche que no estaba pensado para ser un velocista. El Opel Omega, lanzado al mercado en 1986, buscaba ser un sedán de cierta categoría, que llegaba para reemplazar al Opel Rekord. En Estados Unidos se vendió con el sello de Cadillac (el Cadillac Catera), Chevrolet (Chevrolet Omega) y Holden (Holden Commodore).
La compañía norteamericana supo hacer de los coches de Opel productos bastante versátiles y adaptables a cualquier gusto, pues los mercados donde se vendió difieren bastante en cuanto a gustos automovilísticos. Así, no es de extrañar que Lotus pudiera crear el coche que crearon. Se presentó en el Salón del Automóvil de Ginebra de 1989 causando gran expectación, ya que anunciaba unas prestaciones que lo posicionaban como el sedán más rápido del mundo, superando al BMW M5 de la época, algo que sirvió para otorgar caché al Omega de Lotus.
A finales de los 80, los sedanes de altas prestaciones y diseño tirando a discreto se habían puesto de moda. Por entonces se había puesto en circulación el Lancia Thema 8.32 (con motor Ferrari, recordar), también estaba el Renault 25 V6 Turbo, el SAAB 9000 Turbo, Alfa Romeo 164 Quadrifoglio… fue una buena época para los sedanes de altas prestaciones, que se vio reforzada por el BMW M5 y por nuestro protagonista, que los dejó a todos como coches lentos. El propio Opel Omega también tenía una versión con motor V6, que fue precisamente la elegida para el proyecto de Lotus.
Más allá de sus retoques estéticos, pensados para mejorar la aerodinámica (¿Qué si no en un Lotus?), lo más espectacular del Lotus Omega era su motor. El V6 de Opel se vio sometido a un programa de potenciación que lo llevó a rendir 377 CV, un caballaje que ni siquiera el mítico Audi RS2 llegó a alcanzar. Para ello, se aumentó la cilindrada del bloque hasta los 3,6 litros, recibiendo posteriormente un par de turbos firmados por Garrett, que permitían aumentar el par hasta los 569 Nm. Todo esto llegaba a las ruedas traseras mediante una caja de cambios manual de seis relaciones procedente del Corvette ZR1 de la época junto a un diferencial de deslizamiento limitado.
Sobre el papel era un auténtico deportivo, completando el sprint en 5,4 segundos, acelerando de 80 a 180 km/h en quinta en 9 segundos y cubriendo los 1.000 metros con salida parada en 24 segundos. Además, su velocidad punta era espectacular, alcanzando los 284 km/h.
Y he aquí uno de los problemas del Lotus Omega: sus prestaciones. No es que nos hayamos vuelto locos, ni mucho menos, pero es curioso ver, con la perspectiva que da el tiempo, lo que pasó. El Lotus Omega tuvo mucho protagonismo en la política británica, ya que algunos sectores de la opinión pública creían que un coche así era una temeridad. Aceptaban que un deportivo de dos plazas pudiera alcanzar velocidades de espanto, pero un sedán de talante familiar era una locura sin sentido y, digamos, se le consideró políticamente incorrecto.
Habría que ver qué piensan esas mismas personas ahora, con modelos de carrocería familiar capaces de superar los 300 km/h o SUV con 700 CV con las características suficientes para sembrar el pánico en cualquier autopista.