No cabe duda que el Porsche 911 es un coche especial, sin igual. Un modelo inmortal que ha sido capaz de superar incluso a la física, con una configuración técnica totalmente anticuada, casi antediluviana. Tener el motor colgado tras las ruedas traseras es anti dinámico, pero en Porsche deben saber algo que los demás no sabemos. Actualmente, con la tecnología que tenemos, parece sencillo lograr un buen equilibrio aunque el diseño técnico no sea el adecuado, pero antes de aparecer tanto asistente electrónico no era tan fácil.
Sin embargo, el Porsche 911 sigue siendo casi el mismo desde la década de los 60, con las lógicas evoluciones que se han ido sucediendo con cada generación. Cambios que buscaban mejorar lo disponible sin cambiar ni un ápice de su esencia, hasta que llegó el fatídico día en el que apareció la generación 996. Era 1997 y aquella generación supone un cambio drástico hasta convertirse en el patito feo de la historia del Porsche 911, que ahora parece estar revalorizándose y recibiendo el respeto que se merece.
El Porsche 996 significó grandes cambios, como el diseño de sus faros delanteros o el motor refrigerado por agua. Cosas que los puristas no aceptaron de buenas y el coche fue muy criticado. No obstante, es importante aclarar que algunos de los cambios, como el abandono de la refrigeración por aire, eran necesarios para poder cumplir con las normativas de emisiones y porque las prestaciones que se estaban alcanzando impedían seguir confiando en esa técnica.
Dichos cambios sólo sirvieron para aupar hasta el olimpo de los 911 a la generación anterior, al último Porsche con motores refrigerados por aire, o “aircooled” como les gusta llamarlo a los porschistas acérrimos, al Porsche 993. El pináculo de Porsche 911, una de las ediciones del mito alemán más apreciadas y buscadas por los aficionados y coleccionistas. El mejor Porsche 911 de la historia.
Porsche 993, la máxima expresión del “aircooled”
El Porsche 911 comenzó a fabricarse en 1964 tras el éxito del primer Porsche de la historia, el 356, cuyo desarrollo se basó en el Volkswagen Type 1. El Type 1, por si alguien no lo sabe, es el conocido como Volkswagen Beetle (escarabajo en inglés), el coche que Ferdinand Porsche diseñó por encargo de Hitler antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial (la primera denominación del modelo fue KDF Wagen). Esto pone en relieve el parentesco que tienen Volkswagen y Porsche, que actualmente forman parte del mismo grupo industrial y que han colaborado en multitud de ocasiones para el desarrollo de algunos modelos.
Las similitudes entre el Porsche 356 y el Porsche 911 son notables en las primeras ediciones del ya mítico “nueveonce”: la distancia entre ejes, el motor colgado por detrás del eje trasero, la forma en que caía el techo…. no obstante, se trataba de un coche totalmente nuevo. Esas características se han repetido en todas las generaciones siguientes y han llegado hasta nuestros días. No son exactas, el tamaño del coche es muchísimo mayor que antes al igual que las prestaciones, pero se mire por donde se mire, no hay duda de que se está ante un Porsche 911.
Así, renovación tras renovación, mejora tras mejora, rediseño tras rediseño, se llega a 1994, cuando aparece la cuarta generación del Porsche 911, conocido por su denominación interna: 993. Llegó al mercado en plena crisis de la marca, que estaba arrastrando un fracaso en ventas de sus coches con motor delantero. Grandes coches y mejores deportivos, pero los puristas y la opinión general de los aficionados consideraron que no eran auténticos Porsche y castigaron duramente a la empresa hasta llevarla a un límite muy peligroso. Porsche bordeó el cierre en más de una ocasión y aquella situación contrasta enormemente con la actual, donde una berlina de representación y dos SUV son plenamente aceptados y se venden como si fueran gratis.
El Porsche 911 “993” era una sustancial evolución de su anterior edición, el Porsche 964. De este, sólo se conservaron las puertas y la tapa del maletero, el resto era totalmente nuevo, incluida la plataforma. El diseño corrió a cargo de Harm Lagaay y está considerado por muchos como el Porsche 911 más bello de la historia (una consideración que tomó mayor peso tras la presentación años después de la quinta evolución del modelo alemán y su adopción de la refrigeración líquida). Destacó por un trabajo aerodinámico muy cuidado, por un frontal más refinado y con los faros menos “saltones”, y por una mayor musculatura general de la carrocería.
Según los más acérrimos seguidores de la marca, el Porsche 993 fue la culminación de un concepto, el resultado más refinado de una arquitectura trasnochada y de un tipo de motor (refrigerado por aire) totalmente superado. Sin embargo, se supo modernizar el diseño típico del 911 pero sin perder su personalidad, aunque realmente no sea el modelo que más conserva la estampa y las formas del Porsche 911 original. En realidad, el último modelo en conservar las formas (incluidos los faros claramente fuera de las aletas, como todos los 911 iniciales) fue el Porsche 964. Nuestro protagonista fue el inicio del cambio, el primer paso hacia la aerodinámica y hacía unos faros más integrados en la carrocería.
También fue la primera generación del Porsche 911 que ofrecía auténtico lujo en su habitáculo, algo que casi no había evolucionado hasta el momento. Con el 993 se dio paso a una ergonomía mejor, una calidad mucho mayor en todos los materiales, más tecnología y más seguridad, así como diferentes opciones de color que antes no había, aunque se mantuvo un diseño muy similar al resto de ediciones anteriores del modelo (casi calcado).
El final de una era
La generación del Porsche 993 supuso el final de una era, el final del motor refrigerado por aire y la entrada de la electrónica en muchos elementos, aunque todavía ofrecía opciones tan vetustas como el cambio automático de cuatro relaciones, mientras que el manual ya contaba con seis marchas (suministrada por Getrag). Estrenó un eje trasero multibrazo, que fue la base sobre la que evolucionó el 996 y que fue uno de los apartados que ayudaron a domesticar la pendulante trasera del deportivo alemán.
Esa trasera era un péndulo listo para tirar de las ruedas posteriores por la presencia del seis cilindros boxer típico del 911, un propulsor que representa a la propia Porsche tanto como el 911. Para el 993 se partió del boxer de 3,6 litros y 250 CV de la generación anterior pero revisado y modificado para ganar en prestaciones y obviamente, en consumos y fiabilidad. En ocasiones la fiabilidad no suele ser un tema que reciba la importancia que merece en este tipo de coches, pero cuanto más apretado está un motor, mayor es su fragilidad por el esfuerzo y estrés al que se somete a los materiales. El Porsche 993 todavía tenía refrigeración por aire y aumentar las prestaciones requería de calidad de materiales, de una buena ingeniería y lograr suministrar todo el aire posible al angosto vano trasero.
Los cambios introducidos en el propulsor abarcaban desde nuevos pistones hasta un nuevo cigüeñal, pasando por el empleo de magnesio y aluminio para algunos componentes. La alimentación corría a cargo de una inyección Bosch y la potencia llegó a los 272 CV, mientras que el par anunciado era de 330 Nm. Sólo tenía dos válvulas por cilindro y la lubricación era por cárter seco.
Por otro lado, el Porsche 993 fue el encargado de estrenar el sistema de admisión VARIORAM, que mejoraba la respiración y por tanto, la combustión y la refrigeración (sí, el motor también se refrigera, en parte, mediante el aire de admisión). La potencia aumentó en 14 CV y pasó a rendir 286 CV y 340 Nm de par.
Se puede pensar que no era un coche muy potente para ser un Porsche 911, pero nada más lejos de la realidad. Hablamos del año 1996, año en el que se dejó de fabricar el Ferrari 348, cuyo V8 llegó a rendir 320 CV, el espectacular Honda NSX anunciaba 270 CV y el exótico Mazda RX-7 ofrecía 240 CV. Es decir, Porsche ponía en circulación un propulsor de dos válvulas por cilindro y refrigerado por aire, capaz de ofrecer el mismo rendimiento de motores más complejos y sofisticados como el V6 de Honda o el V8 de Ferrari, o más potencia que el histérico y sobrealimentado propulsor rotativo del RX-7.
No obstante, fue la llegada del Porsche 993 Turbo la que realmente se puede considerar como algo excepcional.
El Porsche 993 Turbo, el punto y final a la refrigeración por aire
La llegada del Porsche 993 Turbo no es nada novedoso, la sobrealimentación era algo normal en Porsche, que exprimía todas sus capacidades y ventajas allá donde era necesario, como la competición de máximo nivel. Además, ya había 911 Turbo en otras generaciones anteriores, como el salvaje 930 Turbo o el más dócil pero igualmente rápido Porsche 964 Turbo. De hecho, este modelo también nos sirve a modo de comparativa y comprobar que el boxer de 286 CV de otras versiones del 993 era un propulsor muy prestacional, pues rendía 320 CV, 360 CV en 1993.
Sin embargo, el 993 Turbo no era una evolución de la generación anterior, supuso la máxima expresión del boxer “aircooled” y la llegada de una tecnología que se ha mantenido hasta nuestros días: sobrealimentación por dos turbos. Porsche venía experimentando con la tecnología biturbo desde más de una década antes, en vehículos como el monstruoso Porsche 935, más conocido como “Mobi Dyck”, usada también en el legendario Porsche 959. Por otro lado, el Porsche 993 Turbo también estrenó otra novedad que ya es una característica de todos los 911 Turbo: la tracción a las cuatro ruedas.
Por supuesto, estéticamente mantenía el alerón trasero de gran tamaño, pero con un diseño mucho más refinado y menos exagerado que en versiones anteriores. Muchos lo consideran uno de los Porsche 911 más elegantes de toda la saga, combinando con mucho acierto agresividad y contención. No hay exageraciones como entradas de aire de tamaño rocambolesco, ni llantas absurdamente grandes, ni formas de la carrocería rebuscadas y recargadas. Todo tiene una dosis justa de músculo y sobriedad. Una característica que al parecer, también se podía encontrar en su motor.
Colgado, como siempre, tras el eje trasero, el bloque boxer de seis cilindros alcanzaba los 408 CV gracias a dos turbos KKK K16 muy compactos y del mismo tamaño. Se rechazó el uso de turbos secuencias del 959 por la complejidad que presentaba y se optó por montar turbinas simétricas. Además, eran turbos con muy poca inercia y el propulsor ofrecía nada menos que 450 Nm de par a 2.500 rpm (para un total de 540 Nm). Y todavía quedaban otras 4.300 revoluciones por exprimir hasta el corte de encendido. La aceleración era espectacular, con un 0 a 100 km/h en 4,5 segundos. La velocidad punta era de 290 km/h. Posteriormente llegó el Porsche 993 Turbo S con 430 CV y un 0 a 100 km/h en 3,9 segundos.
Por otro lado, las novedades no sólo se quedaban ahí, pues el 993 Turbo fue el primer automóvil del mundo en incorporar un sistema de gestión OBD-II. Para ello hubo que recurrir a una gestión electrónica muy moderna y compleja, la Bosch Moetronic M5.2.
Las capacidades del 993 Turbo quedan patentes cuando se compara con su evolución, el Porsche 996 Turbo. Cuando este se puso en circulación anunciaba 420 CV y 560 Nm de par, completando el sprint en 4,2 segundos y encontrando el tope a los 305 km/h.
¿Se puede considerar el Porsche 993 como el mejor Porsche 911? No nos atreveríamos a decir tanto, pero si es evidente que se trata de una generación sumamente importante. Representa un cambio total en la concepción y desarrollo del legendario deportivo alemán, el fin de una era que para muchos, ha sido la mejor de toda la saga del “nueveonce”.