Alguna vez habéis pensado en crear vuestro propio automóvil? Nosotros sí, muchas veces, y como suele ocurrir, siempre se nos pasan por la cabeza máquinas pasionales, cuya única finalidad es la diversión al volante y poco más. Es una constante en el mundillo de los coches, soñar con dar forma a nuestro propio vehículo, pero curiosamente, siempre con el mismo talante, siempre con la pasión como principal premisa. Eso se debe, básicamente, a que los coches tienen mucho de pasión, sin amantes, sin el entusiasmo de unos locos por este invento, posiblemente nunca habría llegado a ser lo que actualmente es, aunque al final, los coches más vendidos durante toda la historia sean, precisamente, los que menos pasión esconden. Al fin y al cabo, un usuario medio quiere una herramienta cómoda y económica, el resto, es prescindible…
El caso es que, como ya imaginarás, por mucho que soñemos, no podemos hacer nuestros deseos realidad y tenemos que conformarnos, precisamente, con soñar. Sin embargo, no todo el mundo se encuentra en la misma tesitura y se puede dar el lujo de crear su propio automóvil y, por lo general, siempre suele ser un coche deportivo, de altísimas prestaciones, diseño agresivo y espectacular (a veces incluso extravagante), coches como el Porsche Schupan 962 CR, uno de los vehículos más radicales de cuantos se han puesto en circulación. Lo más similar, comparativamente, son los Porsche 911 GT1, Mercedes CLK GTR o Toyota GT One, por poner unos ejemplos, es decir, coche de competición pura, mínimamente adaptados a su uso por vías públicas, el resultado de una normativa que obligaba a producir una unidad que estuviera homologada para poder circular por las carreteras convencionales.
Pero el Schupan 962 CR no es, o no era, un coche de homologación. Fue el resultado de la pasión de un piloto por el automovilismo, uno famoso y que podía presumir de haber ganado las 24 Horas de Le Mans de 1983 a los mandos de un Porsche 956, un coche que fue una bestia en las pistas, tan solo superado por un vehículo de la propia Porsche, el mítico Porsche 917. No en balde, contaba con un motor capaz de rendir cerca de 635 CV, el cual estaba encargado de mover un conjunto que pesaba poco más de 800 kilos y que, además, tiene el honor de haber sido el primer Porsche con efecto suelo, pudiendo superar los 350 km/h.
Esos éxitos, esas victorias a los mandos del Porsche 956, son las que prenden la mecha en el subconsciente de Vernon Schuppan, el piloto protagonista de esta historia y del que hablábamos hace un momento. Ese subconsciente fue ganando fuerza y finalmente, la idea acabó por dominar la mente de Schuppan y ello le llevó a tomar un camino que le llevó a crear seis unidades homologadas para circular por vías públicas del Porsche 962, uno de los Grupo C más exitosos de todos los tiempos. Además, pudo contar con la colaboración y apoyo de la mismísima Porsche y de unos inversores japoneses.
Pero Schuppan no hizo todo el trabajo, contó con bastante ayuda. Por un lado, del diseño se encargó Michael Simcoe, que, como Vernon, era australiano. La empresa japonesa Art Sports invirtió unos tres millones de dólares en el desarrollo del coche, incluyendo la compra de unas instalaciones en Reino Unido y la contratación de alrededor de 20 ingenieros. Art Sport también acordó la fabricación de 50 unidades, lo que significaría homologar el coche para poder competir en las 24 Horas de Le Mans, aunque visto el ritmo de producción y todo lo que estaba ocurriendo, ese objetivo se redujo a solo 20 ejemplares. Art Sport acabó por abandonar el proyecto tras la fabricación de la segunda unidad, un suceso que acabó por Schuppan y Art Sport en los tribunales porque dejó a la empresa sin liquidez al no haber cumplido con el contrato firmado.
Los coches que fabricaría Schuppan eran, en realidad, unidades del Porsche 962 LM con algunas especificaciones para poder circular por las calles, al tiempo que se modificaba el habitáculo para hacerlo más usable en el día a día y se aumentaba el lujo y el equipamiento de los mismos. Por poner un ejemplo, se recubría todo de piel y se añadían cosas como un equipo de sonido, cosas que, como cabe esperar, no incorpora un coche de competición. No obstante, aclarar que cada vehículo era totalmente personalizado por su comprador. La carrocería era, por otro lado, bastante diferente. El 962 LM era, como se les suele denominar, un “long tail”, cuya parte trasera fue diseñada por Norbert Singer, pero el coche de Schuppan, el cual acabó llamándose 962 CR, era más corto, con formas diferentes y unos faros circulares que no tenía el modelo de competición. Toda ella fabricada con fibra de carbono.
El corazón del Schuppan 962 CR era el mismo seis cilindros de 3,3 litros turboalimentado de origen Porsche. Entre sus curiosidades, tenía las culatas refrigeradas por líquido, una presión de soplado de los turbos de 1,2 bares y podía rendir unos 630 CV. Hoy día, aunque resulta una caballería espectacular, no sorprende a nadie porque hay coches diseñados, desde el primer momento, como vehículos de producción, con bastantes más caballos, pero hay que recordar que hablamos de un coche de competición pura, mínimamente adaptado a su uso en carretera abierta y por tanto, era muy radical y muy ligero. Podría llegar a los 100 km/h desde parado en 3,5 segundos y rozar los 370 km/h.
Pero como todos los sueños, el proyecto acabó de golpe. Dos de los coches que se vendieron en Japón nunca fueron abonados (los clientes no pagaron), lo que supuso un agujero en las arcas. A eso, se sumó la recesión económica a mediados de los 90 y un elevadísimo coste de producción. El resultado fue la bancarrota dos años después de iniciar el proyecto, después de haber fabricado solamente seis unidades.
Recibe cada semana una selección de nuestros mejores artículos suscribiéndote a nuestra newsletter.