Las últimas noticias que nos llegan referentes a la industria del automóvil, se centran, en gran parte, en la futura electrificación y en la llegada de la Euro 7, una normativa de emisiones especialmente restrictiva, que tiene a toda la industria y a varios países, totalmente en contra. Una normativa que es tan exigente, que provocará, de seguir tal y como está redactada, la desaparición de coches como el Volkswagen Polo, del SEAT Ibiza y del Škoda Fabia. Tres modelos que se pueden considerar iconos de sus respectivas marcas, gracias a sus resultados de ventas y gracias a que son muy apreciados por el público.
Hay otros que aguantarán un tiempo más, como el Peugeot 208 o el Opel Corsa, pero estos tampoco tienen el futuro asegurado y el Corsa, posiblemente, acabe como un coche eléctrico sin opción a mecánicas de combustión. Por supuesto, nada de contar con versiones deportivas, las cuales, han desaparecido poco a poco del catálogo de los fabricantes y no volveremos a verlas. Una situación que hace muy lógico que muchos aficionados echen siempre un vistazo al pasado, para comprobar que antes, al menos en algunas cosas, los tiempos eran mejores.
Sobre todo si retrocedemos hasta los años 80, cuando los coches deportivos se pusieron muy de moda y comenzaron a salir hasta de debajo de las piedras. Fue una época sensacional, de la cual, al menos, podemos disfrutar de los frutos que dejó, como el Opel Corsa GSi. Y nos vamos a centrar en este, básicamente, porque fue uno de los primeros en desaparecer, pues su última iteración data de 2018 y no despertó tanto entusiasmo como si lo hizo la primera, el “viejo” Corsa GSi A. También es verdad que las circunstancias son muy diferentes y un utilitario con 150 CV, es un coche suficientemente rápido para disfrutar en una carretera de curvas.
La primera entrega del Opel Corsa GSi apareció en 1987 y se posicionó en el mercado frente a coches que, a priori, parecen muy superiores. Nos referimos a modelos como el Renault 5 GT Turbo, al Volkswagen Polo G40 o al salvaje FIAT Uno Turbo. Todos ellos con motores sobrealimentados, pues los años 80 fueron los años del turbo, frente a un coche que montaba un motor atmosférico, una contradicción frente a la tendencia del momento que también marcó mucho el carácter y la personalidad del Corsa GSi. Cabe recordar que cuatro años antes, había llegado al mercado el Opel Kadett GSi, uno de los coches más míticos de Opel y por supuesto, un modelo que marcó también el devenir del Corsa. Cualquier Opel con apellido GSi, tendría una larga sombra sobre él…
Fabricado en las instalaciones de Opel en Zaragoza, el Corsa GSi ofrecía un aspecto imponente, con nuevos paragolpes, una calandra específica, taloneras, llantas… era un pequeño deportivo realmente ochentero; cualquier que sepa un mínimo de coches será capaz de capar esos rasgos tan típicos de la década de los 80. Sin embargo, como todo automóvil alemán, el interior no era precisamente un derroche de imaginación, aunque al menos, era amplio y práctico.
Bajo su fachada deportiva, las soluciones que se emplearon eran tan sencillas como económicas, es decir, el Corsa GSi no era tampoco un derroche técnico, aunque sí que estaba muy bien puesto a punto. La suspensión delantera era mediante columnas McPherson con estabilizadora y la trasera recurría a una barra de torsión y brazos de arrastre, junto a otra estabilizadora. El tarado de la suspensión era bastante firme y a pesar de su sencillez técnica, el coche era muy eficaz siempre que el asfalto estuviera en buenas condiciones, en cuyo caso, el coche empieza a perder la compostura. De frenos tampoco iba sobrado y era una lástima, porque su motor corría bastante.
Hablamos de un cuatro cilindros con 1.598 centímetros cúbicos, con culata de ocho válvulas –solo dos válvulas por cilindro– accionadas por un solo árbol de levas y con inyección multipunto Bosch, capaz de rendir 100 CV a 5.600 revoluciones y un par de 132 Nm disponibles a partir de 3.400 revoluciones. Todo el conjunto del coche pesaba solo 840 kilos y el cambio tenía unas relaciones bastante cortas, lo que permitía buenas aceleraciones. El 0 a 100 km/h, por ejemplo, lo completaba en nueve segundos, una cifra interesante para su época.
Era el utilitario deportivo más usable a diario y el más equilibrado en general, aunque se quedaba ligeramente por detrás de sus rivales en cuanto a prestaciones.
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