Rolls-Royce no parece la misma firma que a finales de los años 90 languidecía mientras Bentley vendía sus coches a un ritmo muy superior. Para empezar, se han atrevido a lanzar un SUV, el Rolls-Royce Cullinan, del que ellos mismos dicen que no es SUV, básicamente porque no es “sport” –no es deportivo–, pero que les surte de pingües beneficios desde que se puso en circulación. También hay que destacar algunos modelos como el Rolls-Royce Wraith, cuyo diseño es llamativamente dinámico para ser un Rolls-Royce. Junto a ellos, uno de los coches más importantes de la firma en los últimos años, el Rolls-Royce Spectre, el primer eléctrico de la firma británica, con el que se abre una nueva era.
Sin embargo, si hay un modelo que debemos destacar especialmente, tanto por su importancia en la marca como su potencial como coche de colección, sin duda, ese es el Rolls-Royce Phantom VII, el cual, se lanzó al mercado hace ya 20 años. Parece que fue ayer mismo cuando BMW se hizo con el control de Rolls-Royce, aunque es más acertado decir que se hicieron con los derechos de usar la denominación Rolls-Royce en automóviles –así como con las instalaciones, los medios y los empleados de la compañía–. La marca, en realidad, es propiedad de la división de motores de aviación.
Aquel Phantom, el primer Rolls del Siglo XXI, supuso un cambio radical en la compañía inglesa, algo realmente necesario tras unas larga temporada perdida en el limbo, sin crear nada destacable y con su imagen de firma de alto lujo e innovación en serio riesgo. El Rolls-Royce Phantom VII debía ser la salvación de la marca y por ello, en BMW no escatimaron en gastos. Fue un contraste con la infinidad de comentarios que surgieron en muchos medios de comunicación y con las opiniones de la comunidad de aficionados, pues era casi unánime la idea de que Rolls pasaría a ser, básicamente, el sello de lujo para los BMW más caros y que este nuevo modelo, sería un Serie 7 estirado, con algunos detalles propios y más caro.
Nada más lejos de la realidad, por supuesto. El Rolls-Royce Phantom surgió de un proyecto específico, que contó con un chasis específico, con suspensiones específicas y con toda una serie de elementos creados ex profeso para el coche. Tan solo había una cosa que procedía del banco de órganos de BMW, el motor V12, pero fue muy modificado para otorgarle la personalidad y el funcionamiento propios de un coche de la categoría del buque insignia de considerada como “marca más lujosa del mundo”. Un motor que alcanzó los 6.749 centímetros cúbicos y sin ayuda de ningún sistema de sobrealimentación, rendía 460 CV a 5.350 revoluciones y un par de nada menos que 730 Nm a 3.500 revoluciones. Un detalle, este último, obtenido gracias a la carrera larga de los pistones –92 milímetros de carrera frente a 84,6 milímetros de diámetro de los pistones–.
Con el Phantom VII, Rolls entró de lleno en la era de la tecnología, que supuso, por cierto, ser presa de muchas críticas al emplear algunos mandos y sistemas procedentes de BMW. Sin embargo, el coche cautivó por sus andares y por su calidad de fabricación. Además, aunque pesaba más de 2.500 kilos, podía acelerar de 0 a 100 km/h en 5,9 segundos. Lo malo era el consumo, que superaba los 15 litros a los 100 kilómetros de media. Algo que, por otra parte, no era un tema que le importara a los compradores del coche, pues tenía un precio de 320.000 euros sin impuestos, lo que suponía superar los 400.000 euros una vez sumados todos.
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