A mediados de los 90, Audi todavía luchaba por abrirse un hueco entre los fabricantes premium. Volkswagen se había propuesto coloca la firma como principal rival de BMW y Mercedes, mientras que la propia Volkswagen, se colocaría en el escalón más alto posible entre los generalistas, pero sin llegar a pisar el segmento premium, coto privado de Audi. Es cierto que se les fue un poco de las manos en momentos puntuales, como con el lanzamiento del Volkswagen Passat W8 o el sensacional Volkswagen Phaeton, un coche que ha sido injustamente menospreciado y en realidad, fue la base del Bentley Continental GT y del Audi A8 D3/4E –la generación de 2002 y el restyling, el primer A8 con la calandra gigante.
De todas formas, decir que todavía mantenía esa lucha por hacerse con un hueco entre los premium no es del todo acertado. En realidad, Audi entró de lleno, por fin, en el segmento de los coches de alta gama con el reemplazo del Audi V8: la primera generación del Audi A8. El V8 era una versión del Audi 200, al menos se basaba en el 200, pero buscaba ir un paso más allá. Fue un intento modesto, digamos que fue la forma que tenía la firma alemana de medir sus posibilidades antes de dar realmente el salto y lo hicieron bien, pues con la primera generación del Audi A8 lograron sus principal objetivo: plantar cara a BMW y Mercedes como un igual.
Aquella primera generación del A8, totalmente reconocible como un Audi por su el característico diseño de la firma en los años 90, era el mejor coche que había hecho jamás el grupo Volkswagen y para colmo, presumía de distintos avances e innovaciones como una fabricación totalmente con aluminio, una calidad, tanto de ajustes como de materiales, realmente alta y una sensación general de elegancia y alta gama, que ha acompañado a la firma desde entonces. Es cierto que no fue el modelo más vendido del segmento, pero empezó a ser tenida en cuenta, tan en cuenta, que en pleno Siglo XXI nadie duda de que se trata de una marca de alta gama y de que, además, es uno de los referentes en cuestiones como la calidad de producción.
Sin embargo, con el lanzamiento del Audi A8 no era suficiente para afianzarse plenamente entre los fabricantes alemanes de prestigio. Hasta el momento había dado pasos muy acertados, como la renovación de los Audi 100, la aparición del Audi RS2 y del Audi S2, del Audi S4, el Audi Cabrio… solo había dar un último empujón que llegó en forma de Audi S8, de versión potente y veloz de su sedán de representación. Era 1996 y la prensa abría la boca con sorpresa ante la aparición de este modelo, pero no porque fuera desconocida su llegada, sino porque ofrecía una presencia y unas cifras espectaculares.
Estéticamente había pocos detalles que delataran que se estaba ante una versión poderosa y muy rápida, en aquellos años, las tendencias en diseño alemanas buscaban mantener una imagen correcta, pero sin necesidad de alardes innecesarios más allá de unas llantas más grandes y llamativas, una calandra con rejilla específica y una salida de escape ligeramente más grande –o dos salidas, según la marca y el modelo–. Lo que realmente hacía especial al S8 no se veía a simple vista y estaba relacionado, obviamente, con su grupo motor-transmisión.
Se tomó el motor V8 de 4,2 litros del A8 4.2, el cual, originalmente rendía 300 CV, y se sometió a una revisión profunda. Se cambiaron los árboles de levas por unos pensados para altos regímenes, se sustituyeron los taqués hidráulicos por unos con compensadores mecánicos, que soportaban mejor las altas revoluciones, la compresión se elevó hasta los 11,6:1, se instaló una admisión variable y se montó una nueva gestión electrónica Bosch Motronic. Todo ello sirvió para alcanzar los 340 CV a 6.600 revoluciones y los 410 Nm a 3.500 revoluciones, y se combinó con un cambio manual de seis relaciones y el famoso sistema de tracción total quattro de Audi. çcon un peso de 1.750 kilos, podía acelerar de 0 a 100 km/h en 6,6 segundos, completaba el kilómetro con salida parada en 26,3 segundos y encontraba su límite en los 250 km/h –límite electrónico, típico de los fabricantes alemanes de aquellos años–. No en balde, la relación peso-potencia era de 5,14 kg/CV.
Según se decía en la época, podía seguir el ritmo de un Ferrari F355 en cuanto a velocidad punta, siempre que se eliminara el limitador electrónico.
La suspensión delantera constaba de cuatro brazos y el eje trasero era de tipo multibrazo, la tracción a las cuatro ruedas tenía un diferencial central Torsen, se instaló de serie un sistema EDS, que frenaba cada rueda de forma independiente para realizar las funciones de control de reacción, tenía ABS-+EBV, un conjunto muelle-amortiguador muy firme, pero capaz de cuidar al pasaje y evitar sacudidas desagradables y calzaba ruedas 245/45 ZR18.
Poco después, el Audi A8 fue sometido a un restyling y por tanto, también el Audi S8, momento en el cual, la potencia pasó a 360 CV a 7.000 revoluciones y 430 Nm de par a 3.400 revoluciones. De esta forma, el 0 a 100 km/h en 5,4 segundos, el kilómetro con salida parada se completaba en 26 segundos y la velocidad máxima seguía en 250 km/h, pero sin el limitador algunas revistas internacionales registraron hasta 286 km/h de punta.
No se vendió tanto como sus rivales más directos, tales como el Mercedes S55 AMG –también presumía de 360 CV–, pero las unidades que se pueden encontrar en el mercado de ocasión, a veces, lucen un elevado kilometraje, lo demuestra su elevada fiabilidad.