Hoy día, puede parecer que AMG lleva desde siempre bajo el amparo de Mercedes, dando vida a sus versiones más rápidas y potentes, pero en realidad, los alemanes se hicieron con el control de estos especialistas allá por 1999, o casi, pues por entonces, tan solo adquirieron el 50% de la compañía. Aun así, no tardaron mucho en compensar a crear versiones muy especiales sobre la base de los modelos de la firma, como los Mercedes C36 AMG, los primeros AMG «oficiales». Sin embargo, AMG (denominación formada por las iniciales de los apellidos de los fundadores, exingenieros de la misma Mercedes y la inicial de la ciudad donde se estableció la compañía), en realidad, estuvo muchos años trabajando como empresa independiente, haciendo de los clásicos y señoriales Mercedes, auténticos deportivos. Al menos, coches muy más rápidos y apasionantes que los originales.
Eso fue, precisamente, lo que llamó la atención de los directivos de la estrella, pero además, también por su calidad. En AMG creaban máquinas al nivel de la propia Mercedes y eso, sin lugar a dudas, es digno de mención. Una calidad que, como cabría esperar, había que pagarla; los Mercedes de AMG, antes de formar parte de la propia marca, eran coches muy caros. Tener en posesión un AMG era algo realmente exclusivo, sobre todo, porque se hacían totalmente a medida. No había dos AMG iguales y nuestro protagonista de hoy es un claro ejemplo de ello.
Para conocer la historia de este ejemplar, de este especial Mercedes SL500 AMG, tenemos que retroceder hasta los años 80, cuando estaba en producción el Mercedes SL más exitoso de la marca, la generación R107, la cual, estuvo a la venta durante nada menos que 18 años y del que vendieron 237.287 unidades. Hoy día, pensar en un coche que aguante en el mercado casi dos décadas, es una locura, algo sin sentido dada la rapidez con la que evoluciona el mercado. Sin embargo, hace más de 30 años, era algo totalmente factible, principalmente si hablamos de coches como el Mercedes R107, cuya ingeniería estaba por encima de sus rivales.
No obstante, auque su ingeniería estuviera entre las mejores de su época, los Mercedes SL y en general, casi cualquier modelo de la estrella, no eran precisamente deportivos. Era técnicamente avanzados, con una tecnología que era referencia en aquellos años, pero eran coches torpes en carretera, sin atisbo de deportividad ni intenciones de ofrecer algo semejante. Por otro lado, si se podía disfrutar de un Gran Turismo excepcional, una especialidad de la marca alemana desde hace décadas. Y eso, teniendo en cuenta que la primera generación del Mercedes SL fue un auténtico coche de éxito en competición. ¿Acaso se te escapa que el primer SL era el famoso «Alas de gaviota? Seguro que no…
El caso es que la generación R107 estaba lejos de la deportividad del «Alas de gaviota», hasta que AMG le puso la vista encima, obviamente. El pequeño especialista afincado en Grossaspach (a pocos kilómetros de Stuttgart), aprovechó que Mercedes se retiró de competición y se negó a participar durante muchos años, tras un accidente fatal en el que fallecieron varios espectadores, y se hico cargo de que los coches alemanes pudieran enfrentarse a cualquiera que se les pusiera por delante. Y eso, como cabría esperar, se acabó notando en sus creaciones para vías públicas.
Nuestro protagonista, como decíamos, es una clara muestra de ello, un Mercedes SL500 que se transforma en un Muscle Car a la alemana, y nunca mejor dicho, porque fue el encargo de un cliente norteamericano allá por 1981. Nos podemos hace una idea de lo que esconde con solo ver su aspecto, donde el color negro domina casi toda la vista exterior, a excepción de «cuatro detalles» como el cerco de las llantas (unas BBS de aleación con 16 pulgadas) y, obviamente, los grupos óptimos (por entonces no se había puesto de moda, todavía, oscurecer los grupos ópticos…). De hecho, incluso los paragolpes, que en aquellos años eran sendos elementos metálicos, son de color negro.
Fuerte contraste encontramos en el habitáculo, gracias a un salpicadero de color negro, Combina con una tapicería de color marrón claro (algunos lo definiría como marrón «camel»), que ofrece una imagen interior con categoría y cierto gasto por lo estético, lejos de las combinaciones actuales, que en ocasiones, resultan un tanto burdas y faltas de clase. Además, si eres observador, podrás apreciar que hay tres pedales y un selector para un cambio manual. Algo totalmente inédito en un Mercedes SL500 R107. Todos los SL500 se ofrecían con cambio automático.
Se trata de una modificación llevada a cabo por AMG, que optó por montar un cambio Getrag «dogleg» con relación cerrada, que conectaba el motor con un diferencial trasero de deslizamiento limitado y este, a su vez, con las ruedas traseras. Motor que sigue siendo un V8 de cinco litros, pero que tras pasar por las manos de AMG rinde un buen puñado de caballos adicionales. Concretamente, pasó de rendir 204 CV a 276 CV, una cifra muy respetable a comienzos de los años 80. Para lograr dicho aumento de caballería, en AMG se decantaron por unas culatas de aluminio pulidas, modificaciones en las válvulas de admisión, nuevos árboles de levas y un sistema de admisión totalmente nuevo.
El aumento de prestaciones, también obligaba a una actualización del chasis, porque no estaba pensado, como ya se ha comentado, para una conducción muy decidida. Por ello, se montaron suspensiones Bilstein (tanto muelle como amortiguador), y por lo que parece, se mantuvieron los frenos de origen.
Finalmente, AMG fabricó ocho unidades de este Mercedes SL500 AMG, entre 1981 y 1982 y la unidad de las fotos será subastada por RM Sotheby’s el 10 de diciembre en Miami. Ojo, porque al contrario de lo que suele ocurrir con este tipo de automóviles, no ha estado guardado en un garaje acondicionado, pues en su odómetro hay registradas un total de 113.313 millas, 182.359 kilómetros.
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