TVR, la firma británica de automóviles deportivos, está a punto de comenzar con la producción del nuevo Griffith. Y cuando decimos nuevo, es que realmente es nuevo, no hay nada en común con anteriores coches de la marca, de hecho ni siquiera la propia compañía tiene más lazos con el pasado que el objetivo de fabricar automóviles deportivos y pasionales. Aunque eso sí, pasionales al más puro estilo británico, que poco tiene que ver, por ejemplo, con la forma de ver los coches que tienen en Italia.
Una cosa bastante curiosa respecto al nuevo TVR es la denominación del modelo, porque el nombre de Griffith se ha estado usando desde la década de los 60, cuando TVR le vendió algunos chasis del TVR Grantura Mark III al norteamericano Jack Griffith, quien emulando a Carroll Shelby y su Cobra, se creó su propio juguete personal adosando en el vano motor un bloque V8 de Ford. Un motor que podía llegar a rendir hasta 289 CV, encargados de mover un conjunto de sólo 861 kilos. El motor, por cierto, era el mismo V8 que usaba el Shelby Cobra.
Pronto se hizo famoso por ser un automóvil bastante delicado de conducir, una bestia apenas domada que requería nervios y saber muy bien que se estaba haciendo y que se tenía entre manos. Sobre todo con la cortísima distancia entre ejes de la que presumía. El chasis era tubular de acero y la carrocería de fibra de vidrio, extremadamente pequeña y de formas que no pueden ocultar su origen “sesentero”, con muchos rasgos del mencionado Grantura (y como el Tusca o el Vixen). Además, en Reino Unido se vendía en forma de kit, para que los aficionados se montaran el coche ellos mismos en casa.
El TVR Griffith con raíces americanas tuvo una vida muy, muy corta, pues se comenzó a fabricar en 1963 y desapareció en 1965. Hoy día son muy complicados de encontrar y el que tiene uno, por lo general, lo emplea para competir pues son muy, muy rápidos. Pero lo mismo se podría decir de la segunda generación del Griffith, la cual apareció casi 30 años después, en la década de los 90. Concretamente, esta segunda generación de dio a conocer en el Salón del Automóvil de Birmingham de 1990 y según dice una leyenda, se tomaron pedidos a razón de uno cada ocho minutos.
Dejando eso a un lado, la aparición del Griffit de 1990 era algo obligado y necesario, sobre todo para la supervivencia de la firma británica, que sólo tenía un coche a la venta, la serie 400 (se vendió como 400 SE, 420 SEAC y 450 SEAC), que no era un coche muy agraciado en cuanto a diseño, que notaba en exceso las modas de los año 80. Todo lo contrario que el nuevo Griffith, que lucía una carrocería muy sensual, con formas ligeramente curvas y una simpleza de líneas que todavía hoy sorprende (las cerraduras, los tiradores e incluso las luces de la matrícula trasera están ocultas), pero que genera un conjunto equilibrado, homogéneo y también, muy británico.
Obviamente, todo parecido con el Griffith 200 de 1963 es pura coincidencia, más todavía cuando la creación norteamericana era un coupé y este nuevo Griffith inglés era un roadster (¿qué podría ser si no?). Tampoco recurría a un motor Ford, en este caso era un V8 de Rover, el mismo que se podía encontrar en el vano motor del Rover Vitesse y del Range Rover, un propulsor cuyo origen era un V8 de Buick y que Rover comenzó a fabricar bajo licencia en 1967. Lógicamente, se habían realizado diferentes revisiones del motor a lo largo de los años, pero no era un motor especialmente moderno.
No obstante, sí era un motor potente y con carácter. Tenía cuatro litros de cilindrada, exactamente 3.938 centímetros cúbicos, capaces de rendir en un primer momento 243 CV. Posteriormente, el motor paso a los 4,3 litros y la potencia llegó a los 284 CV y por último, en 1993, se pasó a montar un motor V8 de desarrollo específico de Rover que presumía de 345 CV extraídos de 5.0 litros de cubicaje (era el Griffith 500). El cambio, por su parte, era uno de cinco relaciones de Tremec.
El éxito fue inmediato y más del 70% de la capacidad de producción se dedicaron al TVR Griffith. Sin este coche, la marca habría sucumbido en la década de los 90, aunque gracias a él pudimos ver coches como el TVR Cerbera, el pequeño TVR Tamora o el brutal TVR Speed 12. El adiós definitivo de la marca vino con el radical TVR Sagaris y ahora, con otros dueños, vuelve de nuevo con el Griffith.
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