Es curioso que Reino Unido, donde el clima no es precisamente benévolo, sea la cuna del roadster, un tipo de automóvil que se caracteriza por su deportividad, por su configuración biplaza y por ser descapotable. Pero no un techo de esos metálicos plegables, como se pusieron de moda en los años 90 y en los primeros compases del Siglo XXI, hablamos de capotas de lona “de toda la vida”.
Reino Unido contó durante un tiempo con la industria del automóvil más boyante y creativa de cuantas hay por el mundo. Era una industria que se hizo famosa por la deportividad de algunas de sus marcas y por ser coches un poco delicados, como ocurría con los italianos. Esa industria ha decaído con el paso de los años hasta que sus marcas se han reducido a Jaguar-Land Rover –ambas nacieron por separado, pero han acabado unidas–, Lotus, Aston Martin y MINI. Al menos, estas son las internacionales, porque marcas centradas en el mercado local han contado con varias.
Una de ellas, TVR, es una de las más conocidas y una de las más deseadas, pues siempre se ha centrado en máquinas muy deportivas y de diseños bastante peculiares. Además, sus productos se hicieron famosos por ser, en ocasiones, bastante radicales, aunque también son famosas por una fiabilidad “exigente” con su propietario.
Suyo es uno de los últimos roadster británicos auténticos, puramente británico, sin intervenciones exteriores y sin explotar “viejas” marcas en busca de obtener réditos de un trabajo que, no vamos a decir que sea malo, pero es evidente que está falto de esa esencia británica y del sex appeal que desprendían los roadster originales –y sí, en parte, lo decimos por el MG Cyberster–. El Mazda MX-5 buscó, precisamente, replicar esa esencia de coche lúdico y de buen comportamiento, pero con estilo japonés. Suyo es, por tanto, el TVR Tamora.
El Tamora es uno de esos coches que te atrapan con su diseño, de paneles lisos y sencillos, pero con formas peculiares en el frontal y en la trasera. Es un coche de proporciones equilibradas, puesto de mando colocado sobre el eje trasero y por supuesto, un coche con techo de lona para cubrir sus dos únicas plazas. Sin embargo, es justo reconocer que no cumple al 100% con los edictos de los roadster. Un roadster es un coche con espíritu deportivo, pero no tiene un motor muy potente porque no lo necesita para ser divertido y apasionante de conducir. Pero el TVR Tamora en realidad es un deportivo radical, vestido de roadster británico.
Bajo su capó delantero, por ejemplo, hay un propulsor de seis cilindros en línea, 3,6 litros de diseño y desarrollo propio, fabricado totalmente con aluminio, capaz de alcanzar los 350 CV a 7.200 revoluciones y 393 Nm de par a 5.500 revoluciones. Este motor, que representa todo un logro para una marca tan pequeña –y que había trabajado con motores V8 Rover durante muchos años–, tenía que hacerse cargo de un conjunto de tan solo 1.060 kilos, lo que significa que la relación peso-potencia era de tres kilos por caballo. Por tanto, sus prestaciones son más que buenas: 0 a 100 km/h en 4,5 segundos y una velocidad máxima de 258 km/h. La marca no facilitó en su momento los datos de recuperaciones, pero con un cambio manual de cinco relaciones con relación final cerrada.
Deportividad en su esencia más pura, pero también una conducción muy exigente. El reparto de pesos no es el ideal, algo que suele ser normal –no todos los deportivos tiene un reparto de pesos ideal… – y no tiene asistentes electrónicos, es decir, prescinde de cosas como el ABS, el control de tracción o el control de estabilidad. En días de lluvia, algo muy normal en Reino Unido, pide manos expertas y si se quiere extraer la quintaesencia, entonces, si nos ha pilotado nunca un coche radicalmente deportivo, es mejor abstenerse.
El TVR Tamora se fabricó entre 2003 y 2005 –apenas alcanzó las 350 unidades–, y era el modelo de acceso al mundillo TVR.