Estados Unidos y Europa, Europa y Estados Unidos. Dos grandes regiones del globo enfrentadas comercial y técnicamente, por ver cuál es la más innovadora en cualquier ámbito de la vida. Enfrentadas, sí, pero mientras tanto, se copian la una a la otra e incluso colaboran entre ellas o, por el contrario, se aprovecha y explota cada oportunidad, cada idea y cada capacidad que ofrezca una región u otra.
Con respecto al automóvil, esta particular guerra cuyos frutos, a veces, son sumamente beneficiosos –evolución, innovación, nuevas invenciones…–, resulta bastante peculiar, pues, los gustos a uno y otro lado del Atlántico son bastante diferentes. Esto se nota especialmente cuando se copia o cuando se combinan ideas, pues los resultados son tan interesantes como poco exitosos. Sin embargo, lo mejor de este histórico enfrentamiento han sido las interpretaciones, cosas como el Mustang –interpretación norteamericana de los deportivos europeos– o el 220 SE “Colas” –interpretación europea de los sedanes estadounidenses– son el mejor ejemplo.
Pero, con nuestra atención centrada en las combinaciones, en eso de mezclar ideas norteamericanas con ideas europeas, nos encontramos con grandes oportunidades penosamente gestionadas. Y existen dos ejemplos que ilustran esta situación a la perfección. Ejemplos llevados a cabo por dos compañías rivales, pero con resultados muy similares: el Cadillac Allante y el Chrysler TC by Maserati. De hecho, tanto el concepto como los objetivos y hasta el diseño, se parecen notablemente.
En esta ocasión nos vamos a centrar en el peor proyecto de los dos, o al menos en el peor ejecutado: el Chrysler TC by Maserati. Y sí, ese era la denominación comercial completa, aunque merece la pena destacar que en realidad tenía muy poco de Maserati y destacaba por ser una pequeña amalgama de componentes de diverso origen.
Una buena idea mal ejecutada
Para conocer la historia del Chrysler TC by Maserati, tenemos que cruzar el charco y asentarnos en Estados Unidos en la década de los 80. En aquellos años, los fabricantes estadounidenses pasaron por una especie de purgatorio, una temporada carente de buenas ideas que se puede considerar como una época de cambios y adaptaciones, un momento en el que se cambió la percepción y los gustos de los norteamericanos, mientras los fabricantes europeos les robaban clientes a miles.
Con los coches europeos de alta gama y elevadas prestaciones pululando por Estados unidos impunemente, con productos capaces de convencer a los tradicionales usuarios estadounidenses, los grandes fabricantes locales buscaron la forma de revertir la situación, de recuperar el terreno perdido. Pero no lo hicieron evolucionando y desarrollando nuevas ideas que permitieran adaptarse a los nuevos tiempos, simplemente llegaron a la conclusión que si los usuarios americanos querían coches de estilo europeo, pues habría que recurrir a los europeos para darles lo que buscaban, pero con el característico sabor a barbacoa yankee. Una idea que, en el fondo, debería haber resultado un éxito, pero que finalmente acabó todo por la borda.
En aquellos años, Chrysler estaba dirigida por Lee Iacocca, quien anteriormente había puesto en circulación el Ford Mustang y quien había trabajado, entre otras cosas, en el proyecto del Ford GT40. A Iacocca se le ocurrió que una buena combinación de estilo europeo y soluciones estadounidenses, podría ser la mejor solución para el problema que tenía delante. La idea era emplear las buenas ideas estadounidenses –porque las tienen– y mezclarlas con el inigualable glamour que solo los italianos pueden aportar. Además, Iacocca tenía una muy buena relación con Alejandro de Tomaso, quien por entonces, más allá de su propia marca de automóviles, también controlaba Maserati, Innocenti y Moto Guzzi. Amistad que no desaprovechó.
Los planes se trazaron en 1984, sin embargo, el coche no estuvo terminado hasta 1989, cinco años después. Un retraso que se debió, al parecer, por las discusiones y desacuerdos entre los ingenieros de Chrysler y Maserati –¿os acordáis de los diferentes gustos y opiniones mencionadas al comienzo?–. Cuando el coche llegó al mercado, lo hizo tarde y lo hizo mal. Los constantes retrasos hicieron que llegara al mercado después del lanzamiento del Chrysler LeBaron –se puso a la venta en 1987–, un coche con el que compartía una gran cantidad de componentes y con el que compartía un gran parecido estético, pero al que doblaba en precio. El plan era haber lanzado primero el TC by Maserati y luego el LeBaron, una solución que no habría ocasionado tantos problemas con el parecido entre ambos coches.
¿Maserati? ¿Dónde?
No fue un buen comienzo, es evidente y eso ya lastró las ventas del descapotable de Chrysler, pero la continuación tampoco fue precisamente la mejor. Inicialmente, cuando se presentó el proyecto, se hizo bajo el nombre de “Q-Coupé” y a punto estuvo de recibir la denominaciónde “Lido” –el auténtico nombre de pila de Lee Iacocca: Lido Anthony Iacocca–, pero finalmente se eligió “TC by Maserati”, donde las siglas TC era por Touring Convertible, con el nombre de Maserati para dar algo de caché al modelo.
Sin embargo, la aportación de Maserati al proyecto, en realidad, fue muy limitada.
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