Aston Martin, actualmente y gracias al acuerdo con Mercedes, se encuentra en uno de los mejores momentos de su historia y eso que, como en anteriores ocasiones, el dinero no circula con toda la solvencia que debería. Por eso desarrollaron el Aston Martin DBX, el SUV, destinado a llenar las arcas en plena vorágine “sport utility” que sufre la industria del automóvil hoy día.
La asociación con Mercedes permite que Aston Martin cuente con tecnología de última generación y con motores alemanes de altas prestaciones, como el V8 4.0 biturbo desarrollado por AMG y usado en varios modelos del fabricante alemán. Se trata de un caso poco frecuente, ya que Aston siempre ha fabricado sus propios motores, ya sean derivados de otros propulsores como ocurrió en la “era Ford” o desarrollados desde cero, como ha pasado en ocasiones anteriores.
Del Aston Martin Vantage Le Mans se fabricaron solamente 40 unidades
Ocasiones como la que nos ocupa, el último Aston Martin fabricado con la marca como empresa independiente, el último Aston Martin auténtico para los más puristas. Un aparato fabricado de forma artesanal y de talante muy salvaje, que prometía unas prestaciones de órdago gracias a los casi 600 CV de su propulsor, un bloque V8 derivado del primer motor de ocho cilindros de la marca.
No obstante, para conocer la historia de este automóvil, uno de los más bestias de Aston Martin, tenemos que viajar un poco más atrás en el tiempo. Concretamente tenemos que acudir al Salón del Automóvil de Birmingham de 1988, donde la firma británica presentó el último modelo y diseñado antes de que Ford se hiciera con el control de la marca. Aquel coche era el Aston Martin Virage, un Gran Turismo cuyo diseño era una evolución de las líneas vistas con el Aston Martin V8 Vantage lanzado en 1972 (que a su vez era una variante de alto rendimiento del Aston Martin DBS de los ‘70).
Era un modelo un tanto vetusto. El chasis, por ejemplo, tomaba la base del Aston Martin Lagonda de los años 70, mientras que el propulsor V8 derivaba directamente del primer motor de este tipo que Aston puso en producción. Un ocho cilindros diseñado por Tadek Marek casi 20 años antes, aunque como es lógico, contaba con diferentes actualizaciones que permitieron estirar la vida del motor durante tanto tiempo. En el caso del Virage ya contaba con inyección junto a una culata de cuatro válvulas por cilindro cortesía de Callaway
Cuando el Aston Martin Vantage se puso a la venta, ya contaba con algunos elementos tomados prestados del banco de órganos de Ford. Cosas como los tiradores de las puertas (de origen Jaguar) o el volante con airbag (del Ford Taunus) se camuflaban entre mucho lujo representado por un habitáculo cubierto de piel y mucha madera. Típicamente “british”. El hecho de estar bajo el control de los americanos abrió la posibilidad a emplear una carrocería de aluminio, aunque el Vantage era un auténtico elefante con un peso de 1.948 kilos. El motor, cuya base tenía más de 20 años, junto al chasis del Lagonda, realizado en acero 10 años antes, impedían bajar la tara más.
El Aston Martin Vantage estaba anticuado desde el mismo momento de su puesta de largo, aunque pulía algunas pegas del Virage como el excesivamente suave tarado de la suspensión, la potencia de los frenos (montó los frenos más grandes en un coche de producción en aquel momento) y la caja de cambios, que pasó a ser un engranaje de General Motors usado en los Corvette ZR1. El motor recibió dos compresores, uno por cada bancada de cilindros y la potencia pasó a ser de 550 CV.
Hoy día, más de 500 CV se encuentran en coches de cierto calibre, máquinas muy evolucionadas y avanzadas. En el caso del Vantage era más bien lo contrario, un coche muy anticuado con un enorme exceso de potencia y además, una potencia que no era fácil de dosificar. Los medios de la época criticaron el coche duramente, sobre todo en lo relativo al peso (2.200 kilos con todos los llenos) y en la entrega de potencia.
Las críticas no fueron suficiente para que Aston Martin retirara el coche de las tiendas, más bien no sirvieron de nada, porque en 1998 los ingenieros tuvieron la suficiente libertad como para crear un monstruo: el Vantage V600, una evolución del GT británico que prometía 600 CV sobre la misma base arcaica, pues se trataba básicamente de un paquete que se podía montar en los Vantage normales incluso después de llevar varios años con uno en el garaje.
El paquete tenía cosas como unas nuevas suspensiones y barras estabilizadoras, rotores de freno más grandes y pinzas de seis pistones y llantas de magnesio. También había cambios en la transmisión y se añadía un diferencial trasero con una relación más abierta, que se podían solicitar de forma independiente al motor y las suspensiones. Se vendieron un total de 56 paquetes V600 para el Vantage en todo el mundo.
Aston Martin seguía evolucionando su anticuado Vantage contra viento y marea, pero no contra normativas. Las nuevas regulaciones de aquel momento pusieron la fecha de defunción del modelo sobre la mesa, pues con ese motor, por muchos cambios que se hicieran, sería imposible reducir las emisiones. Pero antes de poner en circulación el reemplazo para este coche, diseñado y desarrollado totalmente bajo el control de Ford, se puso sobre el asfalto uno de los Aston Martin más salvajes hasta la fecha: el Vantage Le Mans, creado para conmemorar el 40 aniversario de la victoria de Aston en Le Mans.
La tirada de limitó a 40 coches y se podía solicitar con el bloque de 550 CV del Vantage o con el paquete V600, que acabó siendo el más solicitado. Nació, al instante, un objeto de deseo, un coche de culto que cerraba para siempre la etapa de Aston Martin en solitario y que resulta fácilmente reconocible por su calandra (diseñada para llevar más aire a los compresores y evitar que se levantara el frontal a alta velocidad), por el capó lleno de aberturas y por las llantas monotuerca. Eran brutal, más deportivo que los demás Vantage pero sin dejar la esencia GT, aunque un Gran Turismo bastante borde debido a sus más de 800 Nm de par dispuestos a poner las ruedas traseras a derrapar.
El Aston Vantage V600 Le Mans contaba, igualmente, con algunos cambios importantes. La suspensión estaba suministrada por Koni y Eibach, las llantas era unas Dymag de magnesio y los frenos tenían pinzas AP Racing. Seguía pesando más de dos toneladas, pero podía alcanzar los 100 km/h en menos de cuatro segundos y de superar los 320 km/h. Era una bestia que cerraba una etapa, mientras convivía con el Aston Martin DB7, el primer modelo “by Ford”, lanzado en 1994.
Si hacemos caso a las publicaciones de la épica, el Vantage y el Vantage V600 Le Mans eran coches horribles, pero son una clara muestra de hasta donde puede llegar la ilógica pasión por el automóvil. No importa lo malo que sea, el Aston Martin Vantage V600 Le Mans está en nuestro garaje soñado.
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