España, seamos sinceros, nunca ha sido un referente en cuanto a fabricantes de automóviles propios. Es decir, nunca ha sido un país que destaque por sus marcas de coches, aunque eso no quiere que no las haya tenido. España es uno de los principales fabricantes de vehículos, pero para marcas extranjeras. Con la actual tesitura, con fabricantes cuya sede está en un país concreto, pero tienen su producción repartida por todo el mundo, la idea de extranjerismo pierde un poco de sentido, pero siempre gusta presumir de lo fabricado en tierra patria, ¿verdad?
Si preguntáramos a cualquier persona ajena al mundo del automóvil, la marca española por antonomasia es, claramente, SEAT, pues es la marca más conocida por su elevada producción y sus años en activo. Pero es evidente que solo nos quedamos en la superficie, porque hemos contado con varios fabricantes que, además, han sido capaces de auparse hasta lo más alto entre sus iguales. Ahí está Pegaso, por ejemplo, que antes de fabricar sus conocidos camiones, fabricó algunos de los deportivos más rápidos y avanzados de su época. Anteriormente a Pegaso estuvo, por ejemplo, La Cuadra, que fabricó automóviles eléctricos, aunque esto fue por la especial forma de hacer las cosas en aquellos años, pues Francesc Bonet, quien fabricó el primer coche de España, había adquirido los derechos para fabricar, en exclusiva, vehículos automóviles animados por motores de combustión interna.
Una historia curiosa y más que interesante, pero aun así, una de muchas, pues la marca con mayor reconocimiento mundial fue Hispano Suiza. Una empresa que llegó a estar al nivel nada menos que de Rolls-Royce, fueron los primeros en cosas como los frenos mecánicos a las cuatro ruedas y entre sus peculiaridades, comentar que sus cimientos sirvieron para la edificación de la Empresa de Autocamiones Pegaso. Sí, los deportivos de los que hemos hablado antes, que luego dieron paso a los camiones más famosos de España, nacieron de lo que quedó de Hispano Suiza tras su quiebra.
Antes de su quiebra, Hispano Suiza creó algunos de los automóviles más espectaculares de su tiempo e incluso se dice que inventaron el coche deportivo. Ese honor le corresponde al conocido como Hispano Suiza Alfonso XIII, aunque su nombre en realidad era Hispano Suiza T45. Recibió el apodo de Alfonso XIII por la relación del monarca con la marca en aquellos años. Pero el T45 no es el único que demostró la capacidad de la marca, solo fue un preámbulo de lo que estaba por venir, pues la firma realmente destacó por encima de sus rivales con el lanzamiento del Hispano Suiza H6. Para muchos, este modelo fue la mayor y mejor creación de la marca.
Sobre la base del H6 se hicieron toda clase de creaciones y versiones, pero para la ocasión, nos vamos a quedar con una en especial, un coche que ha servido de fuente de inspiración para el modelo que ha supuesto el resurgir de la compañía, el Hispano Suiza Carmen, y no es otro que el Hispono Suiza H6C Dubonnet Xenia, posiblemente, uno de los coches más bellos que jamás han lucido la cigüeña en pleno vuelo en su carrocería –este coche nunca llevó la mascota sobre el radiador–.
En realidad, afirmar que fue obra de Hispano Suiza no es del todo correcto. La historia de este coche arranca en 1938, cuando André Dubonet, un inventor y piloto apasionado de las carreras –y además, piloto de avión–se hizo con un chasis de Hispano Suiza H6B –aunque, según la fuente, era un H6C– y creó sobre dicha base, lo que para él, era el coche perfecto. No se escatimó en gastos, no en balde, era el heredero de la marca de aperitivos Dubonnet y su fortuna era cuantiosa. Además, contó con ayuda de mucho nivel, como el famoso carrocero Jacques Saoutchick, quien se encargó de su aspecto exterior –en realidad, el primer trabajo fue de Vanvooren y en 1937 se adoptó la carrocería Saoutchik–, que se diseñó con la aerodinámica como principal argumento.
La aerodinámica carrocería y su poco peso –para la época–, lograron que fuera un coche muy rápido, algo en lo que su motor también contribuía especialmente. Se trataba de un seis cilindros en línea con nada menos que 7.981 centímetros cúbicos, con culata de dos válvulas por cilindro, alimentación por un carburador Solex de dos cuerpos –uno para cada tres cilindros– y una potencia de 160 CV a 3.050 revoluciones, que procedía de un Hispano Suiza T56. La caja de cambios, manual de tres relaciones no sincronizadas, enviaba la potencia al eje trasero a través de árbol de transmisión oculto dentro de un tubo –mejoraba la aerodinámica y protegía el árbol de transmisión–. Era capaz de alcanzar los 177 km/h, aunque frenarlo podía ser una odisea con sus cuatro tambores con servoasistencia.
No obstante, lo más impactante del coche era la suspensión, un esquema independiente diseñado por el propio Dubonnet. Se basó en el desarrollo del ingeniero Gustave Chedru, que empleaba unos cilindros hidráulicos ajustables que contenían el muelle y el amortiguador en su interior. El sistema funcionaba tan bien, que vendió la patente a General Motors, FIAT, Delahaye, Opel, Simca y Alfa Romeo por mencionar algunas marcas.
El coche se presentó en el salón de París de 1932 y sorprendió a todo el mundo, pero Dubonnet ya tenía nuevos planes para el coche, los cuales, se plasmaron años más tarde, en 1937, cuando se montó un propulsor de 12 cilindros de un T68 bis, capaz de alcanzar los 250 CV. Fue entonces cuando se montó la carrocería que luce actualmente, diseñada por Saoutchik.
Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, el coche desaparece y Dubonnet, que conoce su paradero, se niega a confesarlo durante años. Reapareció el 9 de junio de 1946, en el desfile de reapertura del túnel Saint Cloud en las cercanías de París, para desaparecer poco después. Se encontró, casi 30 después, en un taller de Alfortville y lo adquiere un coleccionista, quien fue posteriormente presidente del Club Hispano Suiza de Francia, Monsieur Alain Ballerset, quien lo restauró y lo presentó en Retromobile de 1987. En 1999 pasó a manos de Charles Morse, quien se lo vende a Peter Mullin en 2003, quien lo guarda actualmente en su museo personal, el Peter Mullin Automotive Museum.
Un automóvil que nació en España y maduró en Francia… un pedazo de historia que, como se ha mencionado, inspiró el diseño del actual Hispano Suiza Carmen.
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