Hace ya un puñado de años, los fabricantes generalistas se atrevían a poner en circulación coches de un nivel que a veces podía sorprender. Había más valentía, más ganas de hacer cosas con las que destacar y simplemente seguir las tendencias. De hecho, los fabricantes actuales hace tiempo que perdieron su personalidad, con tal de contentar al público, solo unos pocos mantienen una forma de trabajar propia, sin pisotear su pasado y sin resulta uno más del montón.
Renault es una de esas marcas que le ha dado una patada monumental a su pasado con tal de hacer caja, un fabricante que siempre ha estado entre los más valientes, poniendo en circulación coches que marcaron una época, como el Renault Espace –un coche vilipendiado y convertido en un SUV de siete plazas– o como el Renault 25. De hecho, el R25 es uno de los coches más admirados por los “Renaultistas” y por los aficionados al automóvil, pues no solo era un coche valiente si tenemos en cuenta el segmento al que iba dirigido –el segmento E, donde militan hoy día el Mercedes Clase E o el Audi A6–, sino por diseño, por tecnología e incluso por motores. El Renault 25 era, como se suele decir, un “cochazo” que hoy no tiene ni descendientes ni un lugar en la memoria de los dirigentes de la marca.
Para muchos, eso del pasado es una tontería como un piano, pero nada más lejos de la realidad. Mantener vivo el pasado supone aprender y tener en cuenta los errores cometidos, así como aprovechar y crear unos pilares sólidos sobre los éxitos anteriores. El Renault 25 no fue el coche más vendido de la marca, pero forjó una imagen espectacular frente a la competencia y demostró que la firma francesa sabía hacer cosas realmente interesantes y realmente buenas. Sobre todo si hablamos del Renault 25 Turbo.
Durante los años 80, Renault apostó por los motores turbo en clara alusión a su participación en la Fórmula 1, y creó algunos de los modelos más recordados y deseados como el Renault 11 Turbo, el Renault 21 Turbo o el más que mítico Renault 5 Turbo en sus diferentes versiones –Copa Turbo, GT Turbo y el espectacular “culo gordo”–. Entre ellos, el Renault 25 Turbo era el señorial, el lujoso y el tecnológico, así como también el más refinado de todos. Su motor, por ejemplo, no era un “vulgar” cuatro cilindros, era todo un V6 y el habitáculo podía ir recubierto de cuero y contar con sistemas como el famoso sintetizador de voz que alertaba sobre diferentes cosas –y que dio algún quebradero de cabeza porque, literalmente, no se callaba–.
El Renault 25 se presentó en 1983 y presentaba un diseño muy atrevido para el segmento al que iba dirigido; era una berlina con una cola truncada, un pequeño tercer volumen que ocultaba un portón para el maletero y no una portezuela típica de los sedanes. Fue obra de Robert Opron y Gaston Juchet, quienes le otorgaron una carrocería con personalidad y con unas dimensiones que, en su época, se consideraban grandes –medía 4.620 milímetros de largo y 1.772 milímetros de ancho, el Renault Austral, por ejemplo, mide 4.510 milímetros de largo y 1.843 milímeros de ancho–, pero sobre todo, le otorgaron una carrocería aerodinámica, gracias a un Cx de 0,28.
La versión Turbo era la más potente de la gama y, obviamente, hacía uso de toda la experiencia en Fórmula 1 que se había atesorado hasta el momento. El motor, como hemos dicho antes, era un V6, concretamente un bloque con bancadas a 90 grados y 2.458 centímetros cúbicos, culatas de dos válvulas por cilindro y distribución por un solo árbol de levas en cabeza. El turbo era un Garrett T3 que trabajaba a una presión de 0,78 bares, tenía inyección de combustible que compartía la misma gestión electrónica que el encendido y tenía, además, sensores de detonación en cada cilindro.
Rendía 182 CV a 5.500 revoluciones y un par de 280 Nm a 3.000 revoluciones. Era un propulsor que tenía muchas cosas en común con el V6 PRV. La caja de cambios era manual de cinco relaciones, conectada al eje delantero.
No era el coche más rápido del segmento, pero no era precisamente lento. Completaba el 0 a 100 km/h en 8,1 segundos y la velocidad máxima era de 228 km/h.
Por desgracia, la primera generación del Renault 25 Turbo adolecía de fallos electrónicos y los materiales que conformaban el habitáculo no estaban a la altura de la categoría, ni tampoco del precio –5.063.975 pesetas en 1983, equivalentes a, más o menos, 100.000 euros actuales–. El entonces presidente de la compañía, Raymond Lévy, reconoció los hechos e incluso llegó a decir que esta generación del R25, por lo general, estaba en el taller una vez al mes.
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