Quizá no os hayáis dado cuenta, pero hemos perdido algunos conceptos de automóvil realmente interesantes. La competitividad del mercado y las diferentes obligaciones en materia de emisiones y tecnología, han obligado a los fabricantes a dar la espalda a diferentes tipos de vehículos que, para los aficionados y los amantes de la conducción, eran las primeras opciones en su lista de compra. Entre los coches que han dejado el mercado y apenas nos hemos dado cuenta, están los utilitarios deportivos
Los utilitarios deportivos han sido un segmento que ha perdido peso dentro de las marcas, porque son coches caros de desarrollar y difíciles de vender de forma rentable, pues no se pueden poner precios demasiado altos o no habrá un nivel de ventas aceptable. La tecnología y la competitividad han provocado que cada vez sean más caros, a lo que debemos sumar el coste de adaptar los motores a las normativas de emisiones. Todo un mundo que, al final, ha terminado con la desaparición de estos coches.
Atrás han quedado coches como el Renault Clio 16v, uno de los mejores ejemplos de los pequeños GTI que se hacían antes. Un modelo que tan solo se quedaba 10 CV por debajo del mítico Clio Williams y además, no llegaba a los 1.000 kilos de peso, lo que permitía presumir de una relación peso-potencia de 6,9 kg/CV. Para hacernos una idea, cualquier coche que ronde los 5 kg/CV se puede considerar un auténtico deportivo, mientras que todo vehículo que baje de los 10kg/CV se puede considerar un vehículo dinámico y rápido.
El Renault Clio 16v llegó al mercado como reemplazo para el Renault Supercinco GT Turbo, así que tenía un trabajo complicado por delante: hacer olvidar a los fanáticos de los pequeños GTI las prestaciones y el temperamento del mítico R5 GT Turbo y sus 120 CV turbados. Y como ocurrió con el GT Turbo, Renault recurrió a la tecnología que se empleaba en aquel momento en competición: una motor atmosférico con culata de 16 válvulas.
La presentación del Clio 16v –originalmente su denominación comercial era Clio 16S– se presentó oficialmente en 1990, en el circuito de Nogaro con Jean Ragnotti a volante y las ventas comenzaron al año siguiente. Destacaba por una imagen imponente, con aletas ensanchadas, nuevos paragolpes, las preciosas llantas tipo turbina y un característico capó abultado que le otorgaba mucho carácter. Escondía cosas interesantes, como unas aletas delanteras fabricadas en material compuesto –Noryl GTX–, que era más delgado y ligero que una pieza de chapa estampada –2 milímetros más delgado y un peso de 860 gramos, frente a los dos kilos de la chapa–.
Bajo ese capó abultado había un propulsor de cuatro cilindros y 1.764 centímetros cúbicos, que rendía 140 CV a 6.500 revoluciones y un par de 164 Nm a 4.250 revoluciones. Era uno de los modelos más potentes de su categoría, en total consonancia con su aspecto exterior, que era también uno de los más deportivos y agresivos de la categoría. Básicamente, era el mismo motor que montaba el Renault 19 16v, pero montado en un coche más pequeño y ligero, por lo que lograba mejores prestaciones: 0 a 100 km/h en 8,3 segundos; 1.000 metros con salida parada en 29,4 segundos; los 400 meros con salida parada se completaban en 15,9 segundos y podía alcanzar los 209 km/h. Un rival más que digno para el Peugeot 205 GTi, que todavía estaban a la venta en esos momentos –se mantuvo en producción hasta 1993–.
No tardó mucho en convertirse en la referencia del segmento por su comportamiento en carretera y mejoraba enormemente al R5 GT Turbo, sobre todo en cuestiones como la estabilidad y la tracción. No en balde contaba con un tarado de suspensiones específico, nueva geometría, barras estabilizadoras… solo se criticó que su eje trasero era muy ligero y resultaba fácil sacarlo de su sitio en conducción muy deportiva.
En julio de 1992 se presentó una evolución del modelo, o para muchos, una involución, pues llegaba con algo menos de potencia –137 CV–. El cambio llegaba por su motor no podía superar las normativas de emisiones y hubo que instalar un catalizador que provocó la pérdida de 3 CV. También se añadió más equipamiento –apareció el airbag para conductor, los elevalunas eléctricos y cierre centralizado de serie… – que supuso aumentar ligeramente el peso. A partir de estos cambios, el coche pasó a llamarse oficialmente Renault Clio 16v.