En el Salón del Automóvil de Ginebra de 1984, se presentó un proyecto descabellado e incluso un poco amorfo, no en balde, lo que escondía obligaba a determinadas cosas que no permitían grandes alardes estéticos. Nos referimos al Sbarro Super Eight, un coche alejado de toda lógica, con un diseño puramente “ochentero” y la condición de ser un coche único en el mundo. Tan solo existe una unidad.
La verdad es que este coche llegaba como una continuación de otra locura anterior, dada a conocer en 1981: el Sbarro Super Twelve. Un coche que a simple vista es casi el mismo (a excepción de la decoración), pero que escondía un propulsor de 12 cilindros concebido uniendo dos bloques de seis cilindros fabricados por Kawasaki. Se presentaba como una creación menos extrema, aunque no por ello dejaba de ser algo totalmente sin sentido.
Sbarro es un especialista cuyas creaciones siempre van al límite de lo normal. Al principio centró su actividad en la realización de réplicas de todo tipo, siendo la más especial el BMW 328, un coche muy buscado por su calidad, por lo logrado de su imagen y porque elimina algunas pegas del modelo original. Tras esto, empezó a desarrollar sus propios coches, a cada cual más loco.
En la década de los 80, una época donde los excesos comenzaron a surgir por todas partes gracias al desarrollo de la sobrealimentación, Sbarro fue por libre y “tiró” de un propulsor Ferrari atmosférico para el Super Eight. Era el motor del Ferrari 308 GTB, del que también tomó la caja de cambios de cinco relaciones, que además era más potente que el bloque del Super Twelve anunciando 260 CV.
Pesaba cerca de 800 kilos, gracias a usar una carrocería de fibra diseñada y fabricada ex profeso, sobre el mismo chasis del Ferrari 308 Quattrovalvole.
Toda la creación del Sbarro Super Eight estaba más cuidada que la del Super Twelve y según parece, es un coche que puede circular de forma totalmente legal por las carreteras con papeles holandeses. El interior, por ejemplo, luce tapicería de piel casi por doquier, una consola central repleta de mandos (algunos procedentes del Ferrari 308, como el selector del cambio, el tirador del freno de estacionamiento…) y un salpicadero e instrumentación mejor acabados.
Muchas veces se ha confundido con un Volkswagen Golf MK1, pero nada más lejos de la realidad. Lo más parecido a un Golf de la primera generación en el Sbarro Super Eight es el frontal por sus formas cuadradas, pero incluso para eso hay que echarle algo de imaginación. La carrocería está exageradamente ensanchada, con grandes entradas de aire delante de las ruedas traseras y tiene unas ventanas relativamente pequeñas. Es un coche creado para llamar la atención, aunque se trata de un vehículo totalmente funcional.
De hecho, el Sbarro Super Eight se encuentra actualmente a la venta tras haber recorrido casi 28.000 kilómetros. Lo tiene a la venta Speed8Classics, en Bélgica, por 155.000 euros. Ya estuvo también a la venta en 2018.