La Squire Car Manufacturing Company, fundada en 1934, es una marca realmente exclusiva y muy, muy rara. Son pocos los aficionados que conocen este sello, pero su fundador, Adrian Squire, trabajó como aprendiz en Bentley y como asistente de diseño en MG, de donde obtuvo inspiración y experiencia para crear, como él decía, “el mejor automóvil deportivo del mundo”.
Gracias a una herencia de 20.000 libras esterlinas (un auténtico dineral en la década de los 30), Adrian financió la creación de su empresa junto a un amigo suyo, Jock Manby-Colgrave. Ahora, con la perspectiva que dan los años, los expertos afirman que Squire creó algunos de los mejores coches deportivos, pues no sólo eran muy rápidos, también presumían de un manejo por encima de la media disponible antes de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, hay quien dice que había coches que eran más rápidos y tenían mejor frenada que muchos modelos aparecidos mucho después, incluyendo algunos de la década de los 50 o los 60.
La Squire Car Manufacturing Company fue fundada en 1934 por Adrian Squire
Por desgracia, la marca nunca despegó ni tuvo gran acogida, posiblemente por lo caro de sus coches (al nivel de un Bugatti de la época), no en balde, empleaba motores Frazer Nash, cambio con preselector Wilson, eje trasero suspendido, frenos de tambor fabricados con aleación de magnesio de 15 pulgadas y amortiguadores de fricción ajustables. Las primeras carrocerías fueron obra de Vanden Plas, aunque también se ofreció alguna de H. Markham Ltd. La falta de clientes hizo que Adrian Squire tirara la toalla en 1936, entrando a trabajar para Lagonda y falleció en un bombardeo durante la Segunda Guerra Mundial cuando trabajaba en la Bristol Airplane Company en 1940.
Uno de los compradores, Val Zethrin, se decidió por continuar el proyecto de Adrian y compró todas las piezas disponibles en 1936. Entre 1937 y 1939 fabricó tres ejemplares, que se suman a otros tres que fabricó Adrian. Los coches de Zethrin empleaban motores Anzani sobrealimentados con 1.496 centímetros cúbicos, capaces de rendir 110 CV. Hoy día no se puede decir que un motor con poco más de 100 CV sea deportivo, pero a finales de los 30 si que lo era. Además, Adrian se dio cuenta que un centro de gravedad muy bajo, permitía una mayor estabilidad y mayor control, que podía ser mejorado un poco más con un conjunto lo más ligero posible y una reducción de pesos no suspendidos en los extremos del coche.
Esas características fueron explotadas igualmente por Zethrin, quien contó con la ayuda de Adrian Squire para colocar el primer ejemplar que fabricó este cliente, que debido a su pasión, acabó como constructor, aunque fuera temporalmente. Esa primera unidad que fabricó Zethrin, la única con carrocería de Corsica, fue subastada hace unos años por RM Sotheby’s por 990.000 dólares, aproximadamente 838.431 euros.
Sin embargo, cabe destacar que el Squire Drophead Coupé Corsica de las imágenes no está completamente original. Tras pasar por varios propietarios, acabó en manos de Rob Cole, propietario de Cole Classic Corporation, quien a su vez se lo vendió a Pat Hart. Este, aunque el coche estaba en perfecto estado de conservación, sometió al modelo a una profunda restauración sin escatimar en costes y durante esa restauración, se dio cuenta de algunas cosas.
Por ejemplo, decía que la carrocería había sido diseñada para otro chasis, no para el Squire (que tenía refuerzos en X para aumentar la rigidez). Esta opinión estaba influida, entre otras cosas, por la posición del capó, muy elevado y ocultando parte de la carcasa del radiador. Hart mandó “corregir” dicho problema y además, también pidió algunos cambios adicionales como una línea de cintura más baja y una caída más acusada en la zona del baúl trasero.
Estuvo en la colección de Hart hasta su fallecimiento en 2002 y desde ese momento, se almacenó hasta 2010, cuando apareció en “The Quail”. El propietario actual lo compró poco después.
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